Puy du Fou es otra historia

Carrera de cuádrigas en el circo romano. Reportaje gráfico de Ana Pérez Herrera (pinchar en las fotografías)

Ana, Javier y Nuria no paran de mirar sus teléfonos móviles. Sonríen, a veces a carcajadas. En sus dispositivos electrónicos han grabado dos días intensos en el parque de espectáculos Puy du Fou, a 80 kilómetros al sureste de Nantes, que adquiere su nombre del castillo que hay dentro de su recinto. Ana, Javier y Nuria -a partir de ahora, el trío Taleguita- han cumplido dos objetivos: por un lado, divertirse en un parque muy diferente al que uno puede encontrar en España; por otro, saludar también a Beatriz, una toledana salerosa y risueña que trabaja como bailarina en «Le Denier Panache», uno de los grandiosos espectáculos de Puy du Fou.

Los Vikingos, puro espectáculo
El trío sale absorto del recinto tras haber contemplado el increíble montaje nocturno de luz y sonido «Les Orgues de Feu», con un arpa y un piano iluminados emergiendo de un lago mientras bailarinas también adornadas con luces se mueven por encima del agua. Esta soberbia representación, en la que Beatriz participa, ha marcado el final de la excursión a este extraordinario parque, situado dentro de un bosque de unas 63 hectáreas, que abre desde la segunda semana de abril a la primera de noviembre. Y eso que al trío Taleguita le gusta las atracciones fuertes (como las montañas rusas o así). Pero Puy de Fou no es eso, es otra historia.

Beatriz, tercera por la
izquierda, en Los Vikingos
Atrás queda también el gran cartel que los recibió dos días antes, y ante el que se hicieron una fotografía con los pulgares hacia arriba, en señal de que la experiencia les había gustado. Efectivamente, salen encantados, y eso que las entradas para las dos jornadas y el maravilloso espectáculo «Cinéscénie» les costó 109 euros por barba (con el pase de prioridad incluido).

Yo les he acompañado en esta aventura. ¿Por qué? Por curiosidad. Desde que escuché que Puy du Fou quería abrir un parque sobre la historia de España en la ciudad de Toledo, tuve ganas de comprobar con mis propios ojos -quizá, por deformación profesional- qué se escondía detrás de esas tres palabras, que yo interioricé como «puturrú».

Los Vikingos
Como a muchos paisanos de tierras castellano-manchegas, era la primera vez que oía hablar de que existía un parque temático llamado Puy du Fou en Francia, junto al apacible municipio de Les Epesses (3.000 habitantes). ¡Paleto de mí, pensaba que en el país vecino solo había Eurodisney! Y me uní a la expedición inmediatamente, nada más me lo propusieron.

De este viaje, lo único malo ha sido la experiencia con la compañía aérea. Viajo habitualmente con diferentes empresas, siempre la más barata según el destino, y era la primera vez que usaba Volotea (sí, es española, con su sede central en Castrillón, Asturias, aunque a muchos el nombre les recuerde más a la canción «Galilea» de Sergio Dalma).

La invasión de los vikingos.
Entre ellos está el toledano Manuel
A la ida tuvimos que soportar un retraso de dos horas dentro del avión en el aeropuerto Madrid-Barajas; en algunos momentos, hasta con calor debido a la desconexión del aire acondicionado por algo relacionado con las turbinas de la aeronave. En ese tiempo tan solo nos ofrecieron un vasito de agua, y a mí me negaron un segundo trago. Luego, justo es decirlo, el comandante realizó el trayecto hasta Nantes en una hora y diez minutos, una media hora menos sobre el horario programado.

Un león en la representación romana
Peor fue la vuelta. El retraso se alargó hasta tres horas (ya estamos tramitando una reclamación para que nos indemnicen con 250 euros por persona, como establece la ley, al ser un vuelo de menos de 1.500 kilómetros de recorrido). Ante la demora nos informaron, a través de un correo electrónico, de que nos darían un vale de 5 euros por persona para alguna consumición. Pero ni vimos el vale ni a ningún representante de la compañía Volotea que nos indicara qué estaba sucediendo, ya fuera en francés o en inglés. Porque, aunque no te lo creas, dentro del avión solo nos dieron información en esos dos idiomas, y eso que la compañía es española. ¡Olé!

El trío Taleguita con Beatriz
y el autor de este blog
Menos mal que ya estaban Javier y Nuria para entretener al personal que esperábamos en la antesala de la zona de embarque para el vuelo de regreso a Madrid. Por arte de birlibirloque, Ana sacó de su maletita un par de máscaras y una boa de plumas, vestuario suficiente para que los otros dos componentes del trío Taleguita hicieran de las suyas.

Los caballeros de la mesa redonda en plena sacudida
En dos minutos, Nuria y Javier se ganaron el derecho a ser miembros del elenco de Puy du Fou, donde trabajan 2.000 empleados cada temporada, que en 2017 entretuvieron a 2,2 millones de visitantes, según asegura la empresa en el informe que entrega a la prensa.

Para este viaje, y por una cuestión económica, nos alojamos en un apartamento coqueto en Saint-Laurent-sur-Sèvre, una pequeña población a 10 kilómetros de Puy de Fou en la que vive Beatriz, la risueña bailarina. Para llegar allí, desde España habíamos contratado un coche, que recogimos en el mismo aeropuerto de Nantes sin ningún contratiempo. Aviso para navegantes: es imprescindible un vehículo a motor para llegar al parque, porque no hay un buen transporte público que comunique el aeropuerto de Nantes, el más cercano, con Puy de Fou.

Extracción de la espada clavada en la roca. Los Caballeros
de la Mesa Redonda
Sin embargo, de haberlo consultado antes de llegar, seguramente que nos habríamos alojado en alguno de los cinco hoteles del parque. Sus precios, que varían según los días, son para habitaciones ocupadas por cuatro personas y los establecimientos, cada uno con una temática distinta, están situados de los espectáculos a pocos minutos andando.

Andar. Este verbo aprenderás a conjugarlo perfectamente en Puy du Fou, porque el recinto hay que recorrerlo a pie (por tanto, calzado cómodo, nada de tacones). Las personas en silla de ruedas son también bienvenidas, puesto que todas las actividades, excepto una, están adaptadas para personas con movilidad reducida.

La música acompaña este
espectáculo de rapaces
Hay muchas sorpresas
en la actuación de las aves
Igualmente, el verbo adaptar se lo han grabado a fuego en Puy du Fou, ya que ha ido ajustando sus espectáculos al bosque a medida que ha ido creciendo desde que en 1989 se creó el gran parque.

El hecho de que el recinto esté alejado del mundanal ruido no es un problema para los visitantes. Porque hasta allí la gente llega en sus coches por carreteras secundarias. Si bien el público se acerca en ingentes cantidades en días de alta ocupación (18.000 personas el sábado que yo estuve), la superficie de las instalaciones es tal que, al menos en mi caso, no tienes la sensación de agobio dentro de un parque muy limpio. Por no ver, no vi ni colillas de cigarrillos por los suelos de tierra ni las papeleras estaban llenas de desperdicios (el personal de limpieza debía de ir camuflado, porque no vi a ningún sospechoso). Y me llamó la atención cómo los trabajadores se agachaban disimuladamente para recoger un papel que encontraban en el suelo y lo llevaban en sus manos hasta depositarlo en una papelera.

Las aves te pasan muy cerca,
pero no hay peligro
Puy du Fou, donde uno se puede organizar la visita con una aplicación móvil, ha ganado varios premios. En dos ocasiones ha sido considerado el Mejor Parque del Mundo (2012 y 2014), un reconocimiento que, por mi experiencia, lo tiene bien merecido.

Entré preguntándome por qué un recinto como éste tenía tanto éxito en Francia. La respuesta la obtuve en media hora. Al salir del primer espectáculo, Los Mosqueteros de Richelieu (Mousquetaire de Richelieu), resolví la cuestión. En mi vida había visto un escenario cubierto como el del teatro donde se representa; que lo llenan de agua, como te lo digo, y por donde cabalgan -sí, cabalgan- caballos lusitanos, que luego se fusionan con bailarinas en un bello espectáculo en el que se recrea la plaza de un pueblo. Deslumbrante.

Bailando al son de la música
Las tres mil personas que contemplamos la actuación (es la capacidad del teatro, en el que no cabía un alfiler) seguro que salieron tan impresionados como yo. Por lo menos al trío Taleguita también le entusiasmó. Para abrir boca, Los Mosqueteros de Richelieu fue un extraordinario comienzo.

Luego vinieron Los Vikingos  (Les Vikings) en un lago de donde emerge una embarcación y al que llega otra bajando por una ladera con varios guerreros dentro de ella. Veintiséis minutos de carreras, explosiones y magia. Simplemente, espectacular. Aunque los franceses no son de aplaudir mucho. Pero allí estábamos los cuatro españoles como una gran hinchada. Beatriz y Manuel, otro toledano que participa en esta representación, dan fe de ello.

Descansando
También nos dejaron ojipláticos el espectáculo de las rapaces (Le Bal des Oiseaux Fantomes), a pesar del miedo que pasaron Ana y Nuria, y el recorrido a oscuras atravesando una larguísima trinchera en mitad de un ataque (Les Amoureux de Verdun), premiada en 2016 como la mejor creación mundial, en la que te encuentras con varias sorpresas de carne y hueso.

Los impresionantes efectos especiales en Los Caballeros de la Tabla Redonda (Les Chevaliers de la Table Ronde) nos marcaron del mismo modo, al igual que la novedad de 2018, El misterio de La Pérouse (Le Mystere de La Perouse), que se desarrolla dentro de una embarcación en la que, incluso, te cae agua en medio de una tormenta o sientes el frío cuando atraviesas una zona de icebergs.

Fauna y flora dentro del parque
Con tantas sorpresas nos dio hambre. Nosotros llevábamos bocadillos para comer, aunque encontrarás microondas para calentar alimentos, si alguno quiere llevarse unas patatas guisadas, un cocido o un venado estofado. No obstante, y por si otros prefieren no cargar con la mochila, los precios en los restaurantes y en los bares del recinto no nos parecieron caros (el trío Taleguita es de ir mucho a los parques temáticos en España).

El secreto de la lanza. La muralla guarda una sorpressa
También está «Le Café de la Madelon», un restaurante con animación en el que intentamos reservar por la mañana para cenar, pero ya no había mesas libres (menú de 28 euros para adultos, con una copa de vino, agua y café incluidos, y 12,90 euros para niños).

En cuanto al agua potable del grifo, sin olor ni sabor, puedes recargar tranquilamente en los numerosos baños distribuidos por este grandioso parque, en el que hay varias zonas con vegetación para sentarte a degustar tu propia comida.

La torre se mueve en El secreto de la lanza
Con el estómago lleno, otra vez a ver espectáculos. Así, aplaudimos y vitoreamos a Beatriz cuando la vimos en «Le Denier Panache», premiada en Los Ángeles (Estados Unidos) el pasado año. Lo contemplamos en un teatro con una capacidad para 2.400 personas, todas sentadas en butacas que giran 360 grados. Como lo lees. Es un gran musical de 34 minutos de duración. Como sucedió en Los Vikingos, el trío Taleguita se dejó oír otra vez.

Asimismo, disfrutamos de lo lindo con El Secreto de la Lanza (Le Secret de la Lance). Se trata de un montaje al aire libre con caballeros a caballo y una dama que tiene poderes, en el que desaparece una gran muralla de 60 metros de longitud por 8 de altura y una torre gira sobre sí misma. La música, majestuosa, es del español Carlos Nuñez.

Nuria medita
Paseando atraviesas un pueblo medieval con artesanos de la zona que venden sus productos, o te entretienes viendo subir y bajar a dos hombres a lo largo de un gran carrillón mientras otro actor representa que toca una especie de órgano de madera. Caminas escuchando música por todo el parque, aunque esta gente de Puy du Fou ha logrado que la megafonía esté tan bien mimetizada con el entorno medioambiental que la ha hecho «invisible».

Cuando menos te lo esperas, te cruzas con personal de los servicios sanitarios del parque, que van a pie equipados con mochilas, lo que les permite atender a un usuario indispuesto en menos de dos minutos (fui testigo de ello). Y hasta Nuria se quedó prendada al ver a Nicolas Bézie, un simpático, gentil y amable joven de ojos azules que trabaja en Puy du Fou desde su etapa de estudiante, y al que conoce Aroa, una recepcionista que te habla igual de rápido en español que en francés. Esta toledana, de Los Yébenes, es compañera de trabajo y de piso de Beatriz.

Luego está «Le Signe du Triomphe», otro espectáculo que me dejó sin palabras. Parecía que estaba en una película de romanos de 42 minutos de duración. Luchas de gladiadores y carreras de cuádrigas en un circo inaugurado en 2001, con una capacidad para unos 6.500 espectadores y con un velum para dar sombra al público. Un sentimiento indescriptible. De haberme seleccionado para hacer de extra (minutos antes de comenzar la función, solicitan voluntarios que sepan hablar francés), habría sido la guinda.

Les Orgues de Feu
Pero si me faltan palabras para expresar lo que vi en la «encarnizada» lucha de gladiadores y la arrolladora carrera de cuádrigas, es todavía más complicado describir lo que presencié en el espectáculo nocturno «Cinéscénie», que lo he dejado para el final de este interesante viaje. Desde el 16 de junio de 1978 es representado por voluntarios, es decir, no cobran un euro. Pero no estamos hablando de uno, ni de dos, ni de tres, sino de 4.000 personas. Sí, no me he equivocado. De ellos, 2.500 hacen de actores en un escenario natural que, dicen, es el más grande del mundo. Colosal.

La actuación, con un extraordinario despliegue de luz y sonido en el que también se usan drones e impactantes efectos especiales, se lleva a cabo en un impresionante lago con el castillo de Puy du Fou al fondo. Los 14.000 espectadores que en cada función se sientan a verlo los viernes y sábados desde junio hasta septiembre no saben a dónde mirar porque lo que ocurre delante de ellos es soberbio, impactante. No me extraña que las entradas (a 27 euros cada una) de las primeras funciones se agoten en un abrir y cerrar de ojos.

Cinéscénie
Ana, Nuria y Javier salieron con ganas de que algo parecido a Puy du Fou puedan verlo alguna vez en su ciudad, Toledo, Patrimonio de la Humanidad. El trío Taleguita regresó del parque impresionado y maravillado, al igual que un servidor. ¿Tiene algún fallo Puy du Fou? Posiblemente, sí, pero yo no lo descubrí.

Y por tener, el parque tiene desde 1998 hasta su propia escuela de formación técnica y artística (La Académie Junior), con 30 disciplinas y unos 600 alumnos (puyfolais los llaman) cada año. «Es un semillero de talentos -dicen allí-. Los mejores tomarán el relevo de los artistas y técnicos de Puy du Fou», como Beatriz, Manuel o Aroa.

A más ver, Beatriz. Te espero en Toledo.




































Comentarios

  1. Ojalá pronto podamos disfrutar de estas experiencias en Toledo.

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  2. Voy a empezar a encender velas, María Luisa, para que tu deseo se cumpla

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