En el (ex) pazo de un narcotraficante


Aquí vivió Oubiña. Los dueños quieren convertirlo en un hotel
El 12 de junio de 1990 el juez Baltasar Garzón, por el que siempre he tenido una alta estima, llegó en helicóptero al Pazo Baión (Vilanova de Arousa, Pontevedra). Era la mansión del narcotraficante Laureano Oubiña. Aquel día explotaba la operación Nécora: más de 350 agentes de la Policía Nacional y de la Guardia Civil contra los grandes capos gallegos de la droga.

Veintiocho años después, he tenido la oportunidad de recorrer esas mismas tierras y viñedos que pisaron Oubiña y Garzón. Fue una agradable visita de la mano de Eugenia, empleada de este pazo, que fue embargado en su día por Garzón. Luego fue explotado por Freixenet durante 13 años, elaborando vino bajo otra marca, mientras estuvo intervenida por la Audiencia Nacional. Finalmente, el pazo fue comprado en julio de 2008, en una subasta pública, por la bodega Condes de Albarei, actual propietaria.

Al fondo, el antiguo palomar.
Ahora, un lugar para catas
Es un lugar muy verde, muy bello, con una entrada en coche impresionante, aunque Eugenia aclaró que el pazo no está ahora ni mucho menos como lo cuidaba Oubiña, también conocido como "el Pajarito".

Vista desde la zona del aparcamiento
Después de pasear por los viñedos y de recorrer la bodega, entrando en el espectacular antiguo palomar (ahora recuperado), nos detuvimos en una zona para catas muy bien acondicionada. Allí pudimos probar dos vinos albariños muy buenos y muy distintos (Pazo Baión y Condes de Albarei). Sin embargo, no pudimos visitar el edificio central, con sus dos torres a ambos lados, donde durmió Oubiña cuando vivió en esta mansión. La fortaleza (en la fotografía de arriba) está cerrada al público. Los dueños quieren hacer de ella un hotel, pero todavía es un proyecto. Cuando sea una realidad, habrá que volver a este maravilloso lugar de la parroquia de Baión.

Interior del pazo
Llegamos hasta allí acompañados de nuestros amigos Ana y Víctor, vecinos de Orense, a 125 kilómetros. En Orense, bañada por el río Miño, hay unas termas muy famosas, que siempre me había atraído conocerlas. Y no me podía imaginar que justo al ladito del Miño uno puede bañarse con agua muy calentita mientras la temperatura ambiente es fría, muy fría. Las caldas al aire libre también te las puedes encontrar dispersas por la ciudad: la gente bañándose plácidamente por muy poco dinero mientras tú, al otro lado de la reja, debes estar bien abrigado.

El casco viejo de Orense es pequeño, agradable y un buen sitio para ir de tapas. Pero es mejor preguntar a los parroquianos, como hago siempre que visito un pueblo o una ciudad por primera vez. En esta ocasión tuvimos la ventaja de ir acompañados de Ana y Víctor para tomar alguna consumición por la tarde, después de haber degustado unas maravillosas empanadas gallegas en su casa.

Antes de la cata
Para dormir, sin lugar a dudas el hotel Eurostar Auriense, a siete kilómetros del centro de Orense. Es un alojamiento sin ruidos, en un emplazamiento muy agradable. La habitación, muy espaciosa. Aunque lo mejor, el desayuno. Es-pec-ta-cu-lar. Mi mujer y yo pagamos 175 euros por tres noches y desayuno en el puente del Primero de Mayo, reservando directamente con el hotel.

Playa fluvial do Coba
Una visita que me dejó ojiplático fue llegar en coche hasta el meandro del río Miño, en plena Ribeira Sacra. Ese paraje, a 50 kilómetros de Orense, se conoce como "Fin Do Mundo". No me extraña. Debe ser una gozada bañarse en esta playa fluvial do Coba, en la que no faltan los patines de pedales y hay hasta un restaurante.


Vista desde la terraza del restaurante Acova
Sin embargo, no paramos a comer allí porque nuestros amigos Ana y Víctor conocen un restaurante a pocos kilómetros, el mesón Acova, dirigido por Manuel y María Teresa. Si aquí la comida a la brasa está muy buena, y el vino casero está superior, mejor aún son las vistas con el Miño delante. Me quedé sin palabras. Y, además, están construyendo una terraza, con un miradero al río que te deja boquiabierto. Cuando esté terminada, iré de nuevo. Habrá que probar entonces su trucha de piscifactoría, su churrasco, su chuletón, sus cordonices, el bacalao o sus empanadas. De postre, su tarta de piña y su flan de queso (riquísimos). Lo dicho: para repetir








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