Tras los pasos de los hermanos Pinzón

Desde el monte Archanda
Si te digo que he conocido a un tipo llamado José Toscano, seguramente que se te quedará cara de emoticono sorprendido. Pero si añado su segundo apellido (Pinzón), previsiblemente estarás esbozando ahora una pícara sonrisa (como me pasó a mí al saber la anécdota). ¿Por qué? Seguro que te has acordado inmediatamente de los tres hermanos Pinzón, aquellos que acompañaron desde Palos de la Frontera (Huelva) a Cristóbal Colón en el viaje que permitió el descubrimiento de América en 1492. Pues la historia de José Toscano Pinzón va por esos lares.

Resulta que este profesor de Tecnología de Educación Secundaria Obligatorio (ESO) es muy probable que descienda de aquellos tres hermanos aventureros. Así se lo ha asegurado un historiador amigo de José, que lleva varios años investigando la prole de los Pinzón y todo lo relacionado con la gesta Colombina. "Él ha comprobado que varios de los descendientes de los pinzones se desplazaron a Moguer, de donde era mi abuelo Pinzón, y también hacia San Juan del Puerto (Huelva) cuando fue declarada villa a través de la carta puebla del duque de Medina Sidonia, que otorgaba privilegios para los que residieran en ella", relata José. Él, precisamente, vive en San Juan del Puerto.

Con José Toscano, a la derecha
Este docente, director del IES Francisco Garfias de Moguer (Huelva), nos lo cuenta a mi mujer y a mí mientras tomamos una consumición, en medio de una noche de verano muy agradable, en la concurrida terraza de la taberna Taurina de Bilbao. Hemos comenzado a charlar con ellos tras un incidente en el que un chico que pasaba con una bolsa en sus manos ha derribado sin intención las copas de vino de José y de Chari, su esposa, que estaban erguidas sobre su mesa. El chico, que en un principio se marchó, regresó segundos más tarde para pagar las consumiciones, algo a lo que José y Chari se negaron: 'Ha sido suficiente con que haya venido a pedir disculpas', coincidieron los dos.

José vive en el pueblo natal del Premio Nobel de Literatura Juan Ramón Jiménez. Sin embargo, sus aficiones son la música y correr ('running' para los que dominan el inglés). Con frecuencia, José toca la guitarra en reuniones mientras su hijo, Javier, sorprende al personal con la armónica (nos muestran un vídeo que da fe de ello). Pero Javier en realidad se llama, artísticamente, Greyred. Ha publicado dos videoclips ('Cicatrices' y 'Anymore' son los más conocidos), escribe sus canciones y está a punto de terminar su segundo cedé.

El perrito del Museo Guggenheim hace guardia 24 horas
También, desde hace varios años, José trabaja en una publicación propia, 'Ellas también llevan la batuta', sobre la mujer y la música dentro del marco de igualdad de género, y por lo que ofrece ponencias en instituciones. Y, además de todo eso, tiene tiempo para escribir en su blog parajesanjuanero.blogspot.com.

Conocer a gente tan interesante como José es uno de los placeres de viajar tanto. Me fascina entablar conversación con personas que te pueden aportar increíbles anécdotas, en plural. Porque en este viaje a Bilbao, días antes de la Semana Grande de esta interesante ciudad vasca, también hemos tenido el sorprendente encuentro con un miembro de los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado apellidado Colón. Aunque el rizo se retuerce totalmente cuando nos desvela que tiene un hermano, también agente de la autoridad, al que su padre no tuvo mejor ocurrencia que llamarlo Cristóbal: ¡Cristóbal Colón, y olé! ¿Cómo interpretas que esta anécdota ocurriese al día siguiente de haber charlado con José Toscano Pinzón?

Teatro Arriaga. Estreno de 'Adiós, Arturo', de La Cubana
El encuentro con el agente Colón y su esposa sucede en la salida de la boca de metro Abando, muy cerca del precioso e histórico Café Iruña. Después de pedirnos que les fotografiemos, nos preguntan por un sitio en la zona para comer. Sin lugar a dudas, le hablamos del Iruña, hacia donde nos encaminamos mi mujer y yo para alimentarnos bien después de haber pateado Plencia. Colón y su pareja no se lo piensan dos veces, se vienen con nosotros y terminamos sentados los unos junto a los otros.

El Iruña lo habíamos conocido el mismo día que llegamos a Bilbao, en un vuelo directo desde Madrid. Por el precio que pagamos por persona (62 euros, ida y vuelta), nos salió más barato a mi querida y a mí surcar los cielos antes que ir por carretera. Desde el aeropuerto Loui, donde compramos la tarjeta local de transporte Barik, hasta nuestro hotel (Ibis Centro), tan solo quince minutos en bus por menos de 1,5 euros cada uno y otros ocho minutos a pie desde la plaza Moyúa.

Como en el salón de casa
Bilbao es una ciudad con hoteles caros, si bien este Ibis, situado a 10 minutos andando del casco viejo, tiene una tarifa muy competitiva (531 euros, seis noches, habitación doble) para las instalaciones tan buenas y el extraordinario desayuno que ofrece. Además, puedes aparcar tu coche en su aparcamiento subterráneo por 10 euros al día. ¡Y eso que solo tiene la categoría de una estrella!

Yo me había encargado de buscar este hotel. Sin embargo, el descubrimiento del Café Iruña, decorado con un estilo neomudéjar, se lo debo a mi prima María Jesús, a su marido, José Ramón, y a uno de sus hijos, Rodrigo. Con los tres, vecinos de Talavera de la Reina, nos citamos allí, a 510 kilómetros de distancia, a para tomar una consumición.

Admito que, en un principio, pensé que este local podía tener una fama exagerada. Pero, después de realizar un estudio de campo en numerosos bares y restaurantes en un kilómetro a la redonda, la conclusión fue que bien merece comer en el Iruña unos pinchos durante varios días o disfrutar de su cuidado menú de fin de semana por 22 euros (para los niños hay un menú más económico).

Además, este café tiene su historia, ya centenaria. Fue inaugurado el 7 de julio de 1903, festividad de san Fermín, como homenaje a la ciudad que le da su nombre (en euskera, Iruña es Pamplona), y por eso cada 7 de julio se lanza un chupinazo desde sus exteriores, a las 12 de la mañana, justamente a la misma hora que sucede en la ciudad navarra.

Mercado de La Ribera
Mientras degustas la comida en el Iruña, te recomiendo que mires a sus techos policromados, que gires la cabeza para ver sus pinturas murales y también alucina con la calidad de sus azulejos. Con todo, desde 1980 este monumento singular, y, por supuesto, un extraordinario lugar donde comer buenas viandas.

No dejes de observar a la gente. Tanto dentro del Iruña como en las calles de Bilbao a mí me ha llamado mucho la atención la elegancia de los habitantes de este ciudad a la hora de vestir para salir a la calle. Tanto los hombres como las mujeres. Creo que sabría decir quién es del mismo Bilbao y quien no al verlos caminar por las calles, donde yo he escuchado hablar poco en euskera, y sí mucho en castellano.

Sin embargo, Lourdes cree que esa galanura de los bilbaínos se va perdiendo poco a poco. Esta agradable jubilada, que vive junto a la plaza de toros, va conjuntadísima en su vestimenta; hasta sus labios y sus gafas de sol moradas van a juego con sus pantalones. Sin embargo, no se fía de mí cuando le pido que pose para una fotografía. 'Me lo pienso. Si mañana nos vemos...', me sortea con una larga cambiada, cual si fuera el malogrado torero bilbaíno Iván Fandiño, muerto hace un año.

Bilbao sorprende
Lourdes comienza a hablar con mi mujer en un banco que hay detrás del hotel Igeretxe, en Guecho, a 20 kilómetros de nuestro alojamiento en Bilbao. Hasta allí hemos llegado en metro por menos de 1,5 euros el billete pagando con la tarjeta de transporte. Un auténtico lujo para ir en transporte público y dejar el coche en casa o en el hotel. Pero lo sorprendente es que con ese dinero aún puedes ir más lejos, a Plencia, a 30 kilómetros, para admirar su increíble playa (absolutamente recomendable).

El recorrido andando desde la estación de Plencia hasta la playa, hasta la misma desembocadura de su ría, es maravilloso, a lo largo de una hilera de árboles que da mucha sombra. No obstante, la caminata no está rodeada de edificios tan históricos como sucede cuando enfilas el hermoso paseo marítimo de Guecho. Aquí encuentras casas señoriales, algunas centenarias, cuya historia está recogida en unos carteles situados enfrente de ellas. Sin embargo, a Lourdes le gusta más la playa de Plencia, a pesar de la enorme pancarta desplegada en la desembocadura de la ría para pedir el acercamiento de presos de ETA.

Puente de Vizcaya
En Guecho, conocemos el hotel Igeretxe también gracias a mi prima María Jesús. Después de mirar por los alrededores, decidimos comer en la cafetería de este alojamiento, con vistas a la espléndida playa que tienes delante. Por 18 euros, degustamos un menú muy elaborado. Mi rissoto de pulpo, delicioso, y no olvidaré mi segundo plato: merluza a la plancha sobre crema de coliflor y jugo de cigalas (la merluza, fresquísima; doy fe porque hemos visto cómo un trabajador metía seis cajas con ellas a media mañana por una puerta trasera del hotel). De postre, un surtido de repostería casero. Y todo regado con agua y un vino verdejo Señorío de Bocos. ¿Alguien da más? 'Nos cuesta mucho esfuerzo', afirma Nagore, la copropietaria del hotel, mientras recoge nuestros platos.

Las torres gemelas de la ciudad
Antes de yantar, hemos visitado las galerías Punta Begoña, construidas hace cien años con una de las tecnologías más innovadoras de la época: el hormigón armado. Las encuentras en el mismo paseo marítimo. El edificio, ennegrecido y sometido ahora a una lenta reforma, está muy deteriorado. Aunque está en obras desde 2014, puedes pasear por el interior de las galerías por un recorrido balizado. Provisto de un casco para evitar golpes inesperados, puedes hacer un viaje al pasado e imaginar su esplendor otrora. En su enorme salón, donde se ofrecen actividades culturales, se lee proclamas en favor de Franco, algo que solivianta a algunos visitantes.

Así te lo cuentan a Olatz y Zuriñe cuando acabamos la visita. Ellas son dos amables y sonrientes chicas que trabajan en la oficina de información a los pies del edificio. Te revelan que el Grupo Barceló quiso convertir las galerías en un hotel, pero las protestas de los vecinos de la zona (algunos viven justo encima del inmueble) echaron para atrás la iniciativa. Con el dinero de la fianza, que Barceló perdió, el Ayuntamiento aprovechó para realizar una remodelación.

Monumento al presidente
estadounidense John Adams
En este proyecto colaboran la Diputación Foral de Vizcaya, el Gobierno autónomo y la Universidad del País Vasco, que es la que está realizando la restauración. Aunque todavía queda muchísimo trabajo por delante, porque, entre otros muchos motivos, algunos estúpidos han perdido el tiempo en pintarrajear los azulejos y paredes con grafitis de dudoso gusto, en los que hay que emplear ahora mucho tiempo y dinero para eliminarlos.

En el paseo marítimo de Guecho también puedes encontrarte con las simpáticas enfermeras Ana Clemente e Icíar Barriuso. Toman la tensión arterial a los viandantes por un donativo para la asociación Alddea, cuyo objetivo es denunciar el maltrato animal. Ana e Icíar cuentan que, al tomarme la tensión, ya tengo algo en común con un exministro, Íñigo Méndez de Vigo, que también colaboró con la causa tras sentarse en la misma butaca.

Akuna Zentroa
De vuelta para Bilbao, y antes de tomar el metro en la estación de Areeta, contemplamos el majestuoso Puente de Vizcaya, en la desembocadura del río Nervión.. Inaugurado el 28 de julio de 1893, fue el primer puente transbordador de estructura metálica construido en el mundo. Después de 115 años, más del 80 por ciento de su estructura es la misma que se armó entre 1890 y 1893 Desde el 12 de julio de 2006 está declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Además de tener una pasarela peatonal a 50 metros de altura, puedes pasar de un lado al otro de la ría pagando cierta cantidad de dinero que ahora no recuerdo. Este servicio es ininterrumpido las 24 horas los 365 días del año (366, si es bisiesto). La media diaria de usuarios también es espectacular: 16.300 peatones y 1.200 vehículos.

Ya en Bilbao, una ciudad muy cómoda para pasear, decidimos reservar una ruta turística gratuita por la ciudad para el día siguiente con la empresa Free Tour Bilbao. Arantzazu, una afable arqueóloga de 31 años en labores de guía desde abril, realiza un recorrido ameno, de muy buen rollo, por el casco viejo. Ella está apurando sus últimas rutas porque en septiembre se marcha muy cerca de Aman, en Jordania, para trabajar en lo suyo. Antes de comenzar, una señora mayor le pide permiso para interrumpir y lanza un irrintzi, el grito tradicional en el País Vasco. 'Esto es muy de Bilbao, donde la gente es muy amable y rápidamente intenta intimar contigo', afirma Arantzazu.

En varias ocasiones la guía hace referencia a Iñaki Azkuna, que fue alcalde de Bilbao desde 1999 hasta que falleció en 2014 por un cáncer de próstata. Habla de él con mucho respeto y cariño, porque hizo mucho por esta ciudad, que cautiva.
Casa señorial en Guecho

El exalcalde tiene dedicado un moderno centro de ocio y cultura: Akuna Zentroa. Lo habíamos visitado el día anterior por las referencias que me había dado mi amiga Karen Williams, una inglesa que vive cerca de Manchester a la que le apasiona España. Tanto es ese aprecio por la cultura y la comida que ha aprendido a hablar castellano. Su hija, Eleanor, ha seguido la estela de su madre y este año se ha graduado en lengua española en la Universidad de Saint Andrews (Escocia).

Grafitis en las galerías Punta Begoña
Karen no me había hablado del mercado de La Ribera, lleno de pescaderías, carnicerías y locales para tomar pinchos. Pero seguimos la sugerencia de Arantzazu, la guía de la ruta gratuita, y nos plantamos en el mercado dos días más tarde. Después de recorrer los puestos de comida, decidimos saciar el apetito en Arrambarri, atendidos por el dicharachero camarero David. Tres pinchos y una pinta, y a seguir de ruta, contemplando las enormes estructuras que están levantando con motivo de la Semana Grande (Aste Nagusia).

Lamentablemente, tenemos que regresar a casa cuatro días cuatro días antes de que comiencen las fiestas. Nos vamos tristes porque el programa de actividades es impresionante, con numerosísimas actuaciones musicales y teatrales. Afortunadamente, disfrutamos de una de ellas: el divertido espectáculo 'Adiós, Arturo' de la compañía La Cubana.
Con Ana e Icíar, en Gecho 

Para volver guapo a Toledo, paso por una peluquería de la cadena Oh my cut! a la que echamos el ojo desde el primer día. La elijo porque, durante las seis noches que hemos estado en Bilbao, ha sido nuestra referencia para regresar al hotel sin pérdida. Estíbaliz se encarga de hacer milagros con el poco pelo que tengo. 'Me encanta Toledo, tengo que volver', afirma mientras rasura con cuidado la parte trasera del cuello.

Covadonga corta jamón
Con un corte de pelo bien apañado, llegamos al aeropuerto en autobús. Antes de embarcar, la última conversación con gente interesante. Paramos en la tienda de Enrique Tomás porque llama la atención las lustrosas patas y paletas de jamón expuestas. Compramos cien gramitos del jamón más barato, por 5 euros, y unos picos sevillanos para alegrarnos el viaje de vuelta. Covadonga, de 44 años y vecina de Basauri, coloca las lonchas cuidadosamente sobre un papel y un plástico, mientras que se lamenta de no haber viajado todavía a Toledo. Por eso allí, en la plaza de Zocodover, la emplazamos. No para tomar jamón, que seguro estará cansada de ello, sino para disfrutar con el mazapán. O unas carcamusas, si le gusta más lo salado.




























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