El libro de Pilar
Alojamiento en Cañamares |
Pilar está sumida en un mar de tristeza debido a la temprana muerte de su único hijo y mi Concha, que está en todo, me había dicho que le enviase el libro para levantarle el ánimo. No sé si se habrá conseguido lo que mi tía pretendía, porque los dolores del alma se solucionan de otra manera, pero se ha intentado al menos.
La llamada de Concha se produjo mientras yo estaba colgado de un puente tibetano en una vía ferrata en las inmediaciones de Priego (Cuenca) el 31 de mayo, Día de Castilla-La Mancha. Por seguridad, no cogí el telefóno móvil, que estaba bien guardado en la mochila, y contesté una vez culminé la emocionante travesía.
Por el canal del embalse |
Pero, antes de continuar, no sé si conoces qué es una vía ferrata. Por si no lo sabes, te lo explico y te ahorro así que mires Wikipedia. Se trata de un itinerario vertical y horizontal equipado con diverso material (clavos, grapas, presas, pasamanos, cadenas, puentes colgantes y hasta tirolinas), lo que te permite llegar con seguridad a zonas de difícil acceso. Eso sí, debes ir enganchado a un cable de acero que recorre toda la vía gracias a un arnés provisto de un disipador de energía y mosquetones que te aseguran en caso de una caída.
¿Un perro o un mono? En la hoz de Tragavivos |
Hice tres de las cinco vías ferratas programadas, porque uno conoce sus límites y debe saber hasta dónde puede llegar sin perjudicar a los demás. No sé si sabes que la dificultad de estos itinerarios se divide en seis niveles (de k1 a k6), y yo no me quedé en vías de k3. El siguiente nivel requiere una preparación técnica y fuerza que no tengo, por lo que opté por quedarme en tierra, ya que tampoco llevábamos a mano cuerdas para realizar un rescate en caso de necesidad.
Entrada al hotel Caserío de Vadillos, en Puente de Vadillos |
Un matamoscas abandonado |
Sorprendido me dejó también la quinta del grupo, Sacra, que culminó las tres mismas vías ferratas que yo. Aunque, seguramente, habría terminado alguna de las dos más complicadas si las dudas no nos hubieran surgido.
Como una salamanquesa |
Para terminar el largo fin de semana, nos adentramos en el precioso embalse del Molino de Chincha, en Vadillos. Realmente, fuimos más allá. Recorrimos a pie, sobre sus pretiles, parte del canal del pantano a lo largo de la maravillosa hoz de Tragavivos, en la que pudimos observar parejas de buitres. Fueron varios kilómetros de emociones, ya que, durante muchos momentos, algunos de los paseantes tuvimos que ir caminando como si fuéramos Chiquito de la Calzada, dada la dificultad de los tramos. Pero la cosa se olvidó mientras comíamos unas judías, de primero, y unas albóndigas, después, en el restaurante del hostal Amador. Habrá que volver para vivir la misma experiencia (de comer, claro).
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