Fuerteventura, donde se escucha el silencio
Carretera que atraviesa el parque natural de las dunas de Corralejo. Fotografía de Marcela Carrillo |
Fuerteventura me ha encantado, me ha atrapado. Y eso que solo he conocido la parte norte a vuelapluma como aquel que dice.
María Ángeles, una abogada pizpireta, me había advertido: «Es una isla fascinante». Sin ella saberlo, la Ten (por eso de su primer apellido) me convenció para dormir en la localidad de Corralejo cuando me habló de su campo de dunas. En este espacio protegido disfruté de una experiencia que te recomiendo: conducir un coche por la carretera que atraviesa ese impresionante parque natural, o caminar por su fina y blanca arena, no tiene precio. Entonces te darás cuenta de que el silencio se escucha; que la calma adormece y que la jubilación querrás disfrutarla en Fuerteventura.
Hotel Playa Park Zensation, en Corralejo |
El precio del vuelo ida y vuelta era irresistible para dos personas: 103 euros. Con Ryanair. Te advierto por si te da urticaria subir a un avión de esta compañía, amada por unos y odiada por otros. Yo nunca he tenido ningún problema, y llevo unas cuantas decenas de viajes con ellos.
Castillo o torre del Tostón, El Cotillo |
En dos horas y cuarto nos presentamos en el aeropuerto de Fuerventura. Desde el avión, la imagen de la isla cuando te aproximas sobrecoge. La explotación turística no ha llegado afortunadamente, por lo que puedes ver varios kilómetros de campo virgen desde la «ventanuca» de la aeronave. Se confirmaba, en efecto, lo que ya me había comentado Mónica, una joven majorera de 25 años, antes de entrar en el avión: «Es la isla más salvaje de las Canarias».
Casco viejo de Corralejo |
Plácido, María y Marta |
Con los ojos chiribitas llegamos al hotel Playa Park Zensation, un establecimiento de cuatro estrellas en Corralejo al que le metieron «muchas perras» en 2018 para dejarlo «increíble». Las expresiones entrecomilladas son del recepcionista Alessandro, un italiano muy simpático con don de gentes, que nos sorprendió con una agradable noticia. No sé por qué, el hotel nos asignó una habitación de categoría superior «espectacular», insistió Alessandro. Y no le faltó razón porque, además, solamente habíamos pagado 165 euros por dos noches en régimen de todo incluido para dos personas. Ya me parecía baratísimo cuando lo contraté por centraldereservas.com, pero al entrar en la habitación me convencí de que era una ganga.
Casa de los Coroneles, La Oliva |
Apunta en tu agenda el pequeño pueblo de La Oliva, donde tienes que visitar su iglesia y la singular Casa de los Coroneles, o de «la marquesa», donde conocerás la curiosa historia. Con Samuel Moreno, que te venderá la entrada (3 euros los adultos), charlé unos minutos. Le conté que en la península solo me hablaban de sol y playa en Fuerteventura, lo que siempre me había echado para atrás.
-Y es algo más, mucho más -le dije.
Samuel asintió; tampoco las propias autoridades isleñas han sabido vender bien todos los encantos de Fuerteventura, vino a decir.
Panorámica desde el avión |
Desde La Oliva conduje hasta El Cotillo, otro de los centros turísticos de la isla. Durante el camino volvió a suceder: estuvimos absortos creo que más de tres minutos, en los que no pronunciamos una palabra mientras contemplábamos el insólito paisaje a nuestro alrededor. Fue un sentimiento que deberías probar.
En El Cotillo comprobamos también que no solo los sevillanos son algo exagerados cuando hablan. Estuvimos a los pies de su castillo, un término digamos no muy apropiado si echamos un vistazo a la definición de esa palabra en la RAE: «Lugar fuerte, cercado de murallas, baluartes, fosos y otras fortificaciones». También el vocablo «torre» con el que se conoce a este castillo puede llevar a un engañabobos a más de uno [por favor, mira la fotografía adjunta y valora tú mismo].
Playa en las dunas de Corralejo. Fotografía de Marcela Carrillo |
Esqueleto de una ballena en El Cotillo |
Pero, como había que disfrutar de las formidables instalaciones del hotel, invertimos más tiempo en hacer el vago dentro del Playa Park. De todos modos, dejamos un ratito para volver a disfrutar de las dunas del parque natural y del pequeño y acogedor casco viejo de Corralejo.
El último día nos deparó la agradable sorpresa de conocer a Marc y Miriam. Él, enfermero; ella, una criminóloga que se gana la vida como auxiliar de enfermería. El encuentro con ellos no pudo ser más casual en el restaurante del hotel a la hora de la cena: hablábamos de comida con uno de los empleados cuando surgió la pregunta: «¿De dónde eres?».
Playa en las dunas de Corralejo |
Se me pusieron los pelos como escarpias. Como lo oyes. Que en Fuerteventura, a 1.800 kilómetros de Toledo, un tipo confiado pronuncie el nombre de tu ciudad, duramente castigada ahora por el paro, pues a mí siempre me llega al corazón.
Cajero automático en La Oliva |
Y empezamos a charlar hasta que me di cuenta de que mi media naranja y yo ya habíamos cenado, pero Marc y Miriam, no. Era una cena bufé, los dos estaban de pie y con los platos en las manos.
Quedamos en vernos después y tomar unas copitas.
Ya con los cuatro sentados alrededor de una mesa, Marc confesó por sorpresa que había dudado en presentarse como catalán por todo lo que se cuece allí, por el rechazo que pudiera generarnos.
Iglesia de La Oliva dedicada a la Virgen de la Candelaria |
Él y Miriam nos hablaron de lo mal que lo pasan quienes no abrazan la estelada, de las presiones, de las miradas aviesas por «no ser de los suyos». Aunque no solo charlamos de eso. También de la enfermería y de sus pacientes; del periodismo, de la criminología y de música. Y hasta de cómo se escribe correctamente Garciotum.
Fue un gratísimo epílogo a dos noches geniales en Fuerteventura, la isla donde se escucha el silencio.
Comentarios
Publicar un comentario