Las Palmas, una tierra de grandes historias

Pilar y su abuela Florita
Como sucede a menudo, parto de casa sin el ánimo de escribir en mi bitácora cuando viajo a lugares que ya están recogidos en este blog. Pero siempre conoces a personas por las que merece la pena escribir unas líneas, o te hablan de Loli y Florita, dos memorables ancianas ya fallecidas.

Así ha ocurrido en esta excursión de Toledo a Las Palmas de Gran Canaria para disfrutar de la Nochebuena y del día de Navidad. Mi mujer y yo hemos coincidido con gente tan interesante como Verónica Fernández o María González. También con José Faría y su primo Santiago Ojeda, hijo de un campeón de Europa de Judo y deportista olímpico, quien hace muchos años puso el apodo por el que todo el mundo conoce al decano de la Facultad de Ciencias del Deporte de Castilla-La Mancha.

Esta coincidencia obliga a preguntarme de nuevo si será cierta la teoría de los seis grados de separación, que aprendí cuando estudiaba inglés en la Escuela Oficial de Idiomas de Toledo, una ciudad tan vinculada al dramaturgo Benito Pérez Galdós, natural de Las Palmas.

Esa conjetura intenta probar que cualquiera en la Tierra puede estar conectado a cualquier otra persona del planeta por una cadena de conocidos que no tiene más de cinco intermediarios. ¿Será cierta esta creencia o el destino es así de caprichoso para un trotamundos como yo?

Zona del parque de santa Cecilia adornada
con centenares de flores de Pascua
El viaje comenzó el 22 de diciembre con un encuentro causal en el hotel Hilton que se levanta junto al aeropuerto Madrid-Barajas Adolfo Suárez. Por sus instalaciones y su magnífico precio, es uno de mis lugares donde generalmente aparcamos el coche cuando viajamos en avión (para esta ocasión, 45 euros por 6 días).

Allí, en el vestíbulo, conocimos a Verónica Fernández, una guapísima venezolana que vive en Galicia y que viajaba a su país para reencontrarse con sus dos hijas por Navidad. Que ella tuviera en sus manos una participación del 26462, a 128 números del 'Gordo' de la Lotería de Navidad, dio pie a un intercambio de frases con esta mujer delante de una gran pantalla de televisión, donde vimos cantar el primer premio del sorteo, el 26590. La apacible conversación continuó luego en el microbús que nos llevó a la terminal 4, donde nos despedimos.

Escultura de arena en
la playa de las Canteras
Después de este grato comienzo, la aventura se torció un poquito. Tuvimos que esperar justamente tres horas para embarcar en el avión (curiosamente, el tiempo mínimo a partir del cual puedes reclamar una indemnización por el retraso de un vuelo). Se debió a una avería en el sistema de navegación de la aeronave, según explicó luego la comandante.

La larga demora había llegado a desesperar a más de un viajero. Para mí, en cambio, no fue un tiempo desaprovechado, como podrás imaginarte. Marcela y yo entablamos una conversación muy amena con María González, central del Rocasa Gran Canaria. Es el club más antiguo de la División de Honor Femenina de Balonmano, el campeonato que se conoce ahora como Liga Guerreras Iberdrola por motivos de dineros. María y su equipo, uno de los dos favoritos al título, regresaban a casa después de haber ganado en Vigo el día antes. Para ello, tuvieron que hacer una escala en Madrid, por lo que volaron con nosotros en el mismo avión después de una aburrida espera.

Bébete la vida sobre dos ruedas. Paseo
marítimo de Arinaga
Porque seguro que habrás oído más de una vez que los aeropuertos son la segunda casa, y en algunos casos la primera, para los deportistas de élite. Ese es el caso de María, quien recordaba que ahora ella y sus compañeras son unas privilegiadas si echa la vista atrás. Hasta hace solo tres o cuatro años, sus viajes desde Gran Canaria para jugar en la península ibérica eran auténticas odiseas. Avión hasta el aeropuerto de Madrid y, desde allí, en coches hasta la ciudad donde tuviesen partido, y vuelta después de jugar. Eso le ocurría al equipo más veterano de una de las ligas europeas femeninas de balonmano más importante. Una triste cuestión de parné.

Igualmente, habrás escuchado más de una vez que vivir del deporte femenino en España es casi imposible. Y eso lo saben muy bien una de las jugadoras más conocidas del Rocasa, la extraterrestre Silvia Navarro, portera de la selección española también, y Lisandra Lussón, lateral izquierdo e internacional cubana. En su club solo pueden compaginar el deporte con los estudios, y a veces a duras penas. Por eso deseo que la Federación Española de Balonmano no se olvide de ellas, de todas las que luchan en una de las mejores ligas de Europa, cuando acabe su vida deportiva.

Panorámica en la Puntilla, con el restaurante
Amigo Camilo a la derecha
Sin embargo, ni María González ni mi mujer fueron testigos de cómo un pasajero de nuestro vuelo recomendó a un grupo de cantantes contratados por Aena que no interpretasen villancicos donde esperábamos noticias del avión. «Mejor, no; no están los ánimos para que ustedes canten», les vino a advertir ese viajero delante de mí. Tristemente, los cantantes prefirieron cambiar de ubicación para evitar problemas.

Me río de la muerte en el paseo
marítimo de Arinaga
Sin embargo, María, la jugadora de balonmano, estaba encantada con que la compañía tomara todas las medidas de seguridad necesarias, ya que a ella le da miedo volar, a pesar de que lleva más de media vida subida a un avión. Los miedos tienen estas cosas.

Nada que ver la actitud de esos pasajeros cabreados con el comportamiento sonriente de un joven canario estudiante de derecho, no recuerdo bien si su nombre era David, que terminará este grado en la Universidad Complutense de Madrid este curso académico. No pudo embarcar en su avión a primera hora de la mañana por la ingente cantidad de pasajeros que pretendía hacer el «check-in» de maletas en Iberia, con lo que le compensaron con pagarle el billete. Sin embargo, tuvo que buscarse la vida y preguntar en los vuelos posteriores de la compañía si había un sitio para él. Y no fue el único, hubo varios viajeros, en algunos casos familias con niños, que se vieron en la misma esperpéntica situación.

El baño del día de Navidad
me sirvió como felicitación
David no pudo subir finalmente a nuestro avión porque no hubo asientos vacíos, iba repleto, por lo que no sé qué fue de este afable chaval de Telde, la ciudad de donde es, precisamente, el equipo de María González y de Silvia Navarro. Volví a acordarme del chico cuatro horas después, cuando pasamos por el desvío a su pueblo mientras viajábamos en el autobús que conecta el aeropuerto de Gran Canaria con Las Palmas, la capital (los dos billetes, 5,90 euros).

Un pescador limpia su recompensa
en la Puntilla el día de Navidad
Del bus nos apeamos en el intercambiador de santa Catalina, a unos minutos a pie de nuestro apartamento (235 euros, 5 noches, al ladito de la fantástica playa de las Canteras). Con todo a mano (supermercados para hacer la compra para la cena del día de Nochebuena), nos dedicamos a disfrutar de cinco días de asueto en una ciudad que conocemos bastante bien, y donde he corrido dos veces su sansilvestre y hemos participado en las carrozas de su increíble desfile de carnaval.

En esta aventura nos dio tiempo a realizar una visita a Arinaga, una población costera que no tiene mucho que ver para un turista. Hasta allí nos llevó en su coche nuestra querida Pilar, una amiga imprevisible para la que diez minutos se pueden convertir en más de una hora de espera. Pero a la queremos como es.

Cartel en una calle de Las Palmas
Y tanto tiempo tardó en recogernos junto al edificio Elder, un museo de ciencia y tecnología que no puedes perderte, que me dio una vida para recrearme en fotografiar el hermoso parque de santa Catalina, repleto de flores de Pascua, y enviar una imagen a mi querida vecina Sara, a la que le encanta esa planta.

Carril bici junto
al museo Elder
También me dio tiempo a descubrir un personaje cuya interesante vida de navegante desconocía hasta ahora: el capitán Etayo. Fue un marino pamplonés de la Armada española que luego fue conocido por sus rutas con réplicas de naves históricas. Leo en Wikipedia que Carlos Etayo capitaneó, ya con 71 años, la carabela Niña III, con la que realizó una travesía hasta América, siguiendo la misma ruta, los mismos recursos e indumentaria que Cristóbal Colón utilizó para el Descubrimiento de América en 1492. Acabada la expedición, el Cabildo Insular de Las Palmas compró la nave, que está atracada en una explanada al lado del museo Elder y junto a una escultura del intérprido y enjuto capitán. 

El impresionante belén de arena
en la playa de las Canteras
Ya en Arinaga, antigua población que abastecía de cal a la isla, nuestra querida Pilar nos soltó junto al modesto paseo marítimo mientras que ella se fue a comer con unos conocidos. No te creas que nos ofendió; en absoluto. Ella es así, una tipa sonriente, que lo mismo juega al rugby que se disfraza de Papá Noel para recorrer en moto carreteras de Gran Canaria.

Bien que aprovechamos el tiempo mi mujer y yo en el paseo marítimo, que se prolonga paralelamente a una playa con más cantos rodados que arena. No recorrimos más de 300 metros en las cuatro horas que estuvimos en Arinaga. Con el mar de fondo, comimos por 15 euros cada uno en el restaurante Kayuco, donde degustamos un delicioso queso herreño con mermelada y frutos secos, siguiendo una recomendación de Pilar. Y luego caminamos solo unos 30 metros para sentarnos en el restaurante Miramar, donde tomamos unos cafés y algunos licorcitos, además de ser testigos del buen humor de los camareros de este establecimiento con una panorámica maravillosa, como sucede en el Kayuco.

Estatua a Etayo junto a su carabela la 'Niña III'
Pilar nos recogió en el mismo punto donde nos había soltado. Pero, antes de dejarnos en Las Palmas, nos obsequió con dos cuñas de queso (una hecha con curri y otra con gofio), ambas riquísimas.

Por la noche, disfrutamos con la actuación de los Gofiones, una veterana agrupación musical de Gran Canaria con más de cuarenta componentes, que protagonizaron un delicioso concierto de Navidad. Mis caderas no pararon cuando entonaron canciones con ritmos caribeños. En serio, se me fue el cuerpo, no pude evitarlo, en una abarrotada plaza de santa Ana, con la catedral iluminada en una placentera noche. Te perdiste mi show.

Calle de los balcones en el barrio
de Vegueta, Las Palmas
Al día siguiente, comimos en la zona conocida como la Puntilla, en la parte norte de la playa de las Canteras. Lo volvimos a flipar en el restaurante Amigo Camilo, barato y sin lujos, desde donde se puede contemplar el paraíso.

Y luego tomamos café y unos 'cacharritos' en la heladería Ciao, Ciao, donde una de sus empleadas, Yazmina, nos saludó con efusión. Hace un año que descubrimos este local, a 100 metros de Amigo Camilo, y cité a esta agradable trabajadora en mi bitácora.

Nos preguntó por nuestros hijos, a los que vio 12 meses atrás, y le contamos por qué no nos acompañaban: «Tienen ya una edad en la que se aburren cuando viajaban con sus padres más de tres días».

Belén en un centro comercial de Las Palmas
A lo mejor nos tachas de familia despegada, pero así somos muy felices, oye. El día de Nochebuena, mi mujer y yo estuvimos cenando en nuestro apartamento de Las Palmas mientras nuestros hijos lo hacían con parte de la familia materna en Toledo. Y todo el mundo contento.

Después de felicitar a nuestros hijos y parientes por teléfono, escribimos a Verónica, que ya había llegado a Venezuela, para desearle feliz Navidad. Habíamos visto en Instagram una bella fotografía de ella acompañada de sus dos hijas, con las que estaría tres semanas antes de volver a España, por lo que nos animamos a enviarle un mensaje navideño cargado de cariño.

Aspecto de la plaza de santa Ana la noche
del concierto de Los Gofiones
Inesperadamente, el día de Navidad conocimos en el restaurante Amigo Camilo a Santiago, hijo de una institución deportiva en Canarias: Santiago Ojeda, que ganó tres medallas en el campeonato de Europa de Judo entre los años 1971 y 1973: oro, una plata y un bronce. También estuvo en los Juegos Olímpicos de Múnich en 1972, además de ser bicampeón del mundo de sambo y un extraordinario gladiador de lucha canaria. Pero el Pollo de Arenales, como se le conocía, falleció repentinamente en Las Palmas en 1997, cuando una trombosis cerebral se lo llevó joven, a los 52 años.

Su vástago Santiago también practicó judo de primer nivel y ahora es entrenador de lucha canaria, como delata su enorme cuerpo. Me quedé muy sorprendido al conocer la historia de su padre, del que nos mostró un vídeo de la competición en Madrid en la que se proclamó campeón de Europa del peso pesado en 1973, cuando yo solo tenía 3 años. Luego, en 1976, renunció a competir en las Olimpiadas de Montreal porque iba a nacer su hija Nayra, la hermana de Santiago.

Iglesia de san Juan Bautista en Arucas
En Amigo Camilo, el hijo del Pollo de Arenales no comía solo. Le acompañaba su primo hermano José Faría, venezolano de nacimiento aunque de madre canaria. Charlamos con ellos una agradable media hora, en la que nos recordaron que si no comes gofio escaldado, un aperitivo típico, no puedes decir que has estado en Canarias.

La mezcla de gofio y leche de cabra es un desayuno muy potente. En los colegios, cada alumno llevaba su gofio en polvo y luego le echabas directamente la leche de la cabra recordaba Santiago mientras asentía José, o al revés; no recuerdo bien.

Por la noche, al llegar al apartamento, escribí a José Manuel García, judoca y decano de la Facultad de Ciencias del Deporte de Castilla-La Mancha, con la certeza de que conocería al gran Santiago Ojeda.

Por supuesto me respondió inmediatamente el profesor, que trabaja en el campus de Toledo.

Santiago Ojeda
Lo que no podía imaginarme era que el apodo de Nano, que significa niño en Canarias y por el que todo el mundo conoce a José Manuel, se lo puso, precisamente, el extraordinario deportista canario.

Santiago, un gran tío, era el más grande del equipo senior y yo era el peso ligero del equipo nacional junior . Por eso, para él, yo era el niño, el nano, y así me quedé en el universo del deporte se explayó José Manuel, que ha sido seleccionado nacional de judo y preparador físico de Javier Fernández, campeón del mundo de patinaje sobre hielo.

Casa de la Cultura
de Arucas
Llevado luego por la curiosidad profesional, leí ávidamente sobre Santiago Ojeda y llegué a un magnífico artículo escrito por Paco Cabrera en La Provincia, hace 7 años, tras una reconfortante charla con Carmen Melián, la viuda del gran gladiador canario. Mi colega tituló aquel trabajo Crónica de un gigante en Múnich, en la que ella repasaba la participación de su marido en los Juegos Olímpicos de 1972 al cumplir 15 años del fallecimiento del Pollo de Arenales.

De repente, me acordé de que este mismo periódico publicó en 2017 una entrevista con Pili, nuestra amiga, después de un reportaje publicado por este servidor: ella se costeaba su viaje desde Gran Canaria hasta Toledo para jugar al rugby con las Águilas. ¿Y quién escribió la espléndida información sobre nuestra gentil Pili en La Provincia? Paco Cabrera. ¿Volvemos a pensar en la teoría de los seis grados de separación?

Flores de Pascua en el parque
municipal de Arucas
Para terminar el viaje, nuestra querida Pilar nos recogió en su coche rojo en la parada de guaguas junto al hotel AC Gran Canaria. Esta vez, no hubo retraso. La organización por teléfono funcionó perfectamente.

El destino iba a ser el norte de la isla. Pilar no venía sola. La acompañaba su prima Naira. Primero paramos en Arucas, conocida por el ron Arehucas, pero donde nos sorprendió más la imponente iglesia neogótica dedicada a san Juan Bautista, una de las joyas arquitectónicas religiosas de Canarias.

Paseando por su imponente casco histórico, nos adentramos en la bella casa de la cultura, donde un drago te da los buenos días, y luego recorrimos el bello parque municipal. Se trata de un magnífico jardín de unos 10.000 metros cuadrados, donde los dragos dan sombra a las cientos de flores de Pascua que hay plantadas, además de a un gran número de plantas exóticas y autóctonas.

Interior de la basílica de la Virgen del Pino
La siguiente parada fue la vecina Teror, famosa por su manantial de agua y desde donde se distribuye agua mineral desde 1916. Allí admiramos la preciosa basílica dedicada a la Virgen del Pino, de la que es devota nuestra amiga Pilar, que al día siguiente subiría a pie hasta el templo desde Las Palmas (15 kilómetros) para cumplir una promesa.

Pero en Teror no paramos a comer. Para el almuerzo, nuestra guía nos llevó unos kilómetros más arriba, a Los Llanos. En el asadero El Escondite por fin saboreamos el gofio escaldado, acompañado de unos trozos picantes de cebolla de Gáldar, el pueblo donde nació el judoca olímpico Santiago Ojeda. Pilar contó entonces que, dependiendo del tipo de tierra, en Canarias se puede conocer la procedencia de la cebolla por su sabor. Y te digo que de las cebollas de Gáldar te acordarás si las comes algún día.

Asadero El Escondite, en Los Llanos
Como las apariencias engañan, seguro que tú no pasarías por El Escondite al ver su exterior. Pues te equivocarías de cabo a rabo. Yo te recomiendo encarecidamente que, si vas a Teror, entres en este bar para degustar comida casera canaria riquísima y a un precio muy económico: 11 euros por cabeza por no sé cuántos platos a compartir, postre, bebida y pan. Todo preparado y servido por Ismael, un agradable mesonero que se formó como pastelero y que está sopesando relanzar ahora el asadero en las redes sociales.

Panorámica desde el restaurante Amigo Camilo

Precisamente a internet he recurrido para confirmar que el 4 de enero de 2020 se cumplirá el centenario de la muerte de un canario singular, Benito Pérez Galdós. Nació en Las Palmas en 1843 y murió en Madrid en 1920, después de vivir una fructífera temporada en Toledo, ciudad de la que este maestro de las letras españolas era un apasionado.

Estos datos me han servido para poder hablarte de Loli, una modista que falleció hace un año, el 28 de diciembre de 2018, con las 80 primaveras ya superadas. Ella fue guía precisamente del teatro Pérez Galdós de Las Palmas, aunque también, ya jubilada, se hizo universitaria. Llegó a coincidir con su nieta Nerea, la novia de mi amiga Pili, quien también perdió a su abuela Florita solo 19 días después de que Loli falleciera.

Florita era «supercómica», como la recuerda su nieta, que revela una costumbre de la garbosa anciana: «Todos los días, hasta el día antes de su muerte, comía un trocito de chocolate». Pili lo cuenta delante de su prima Nadia, nieta también de Florita, que asiente carialegre.

Nerea y Pilar, en una
concentración de Papás Noel

Disfruté de ella siempre, de chica y de grande; estaba todo el día riéndose, era la abuela del Facebook, a pesar de medir solo 140 centímetros asegura entre risas mi amiga mientras conduce.

Porque Pili se parece a su abuela al menos en eso: tener la sonrisa como carta de presentación.

«Pero un día se puso mala y se murió». Eso ocurrió el 16 de enero de este año, «y desde entonces la echo mucho de menos». Florita tenía 93 años.

Ahora su nieta la recuerda a menudo subida en la moto de Pilar ataviada con un casco, como la bonita fotografía que abre estos apuntes de viaje. Un sentido final para envolverte con un lazo rojo un viaje a una tierra de grandes historias.

P. D. En el viaje de regreso a Madrid, el día 26, viajaron en el avión Luca Biliato y Marcelo Hister. Iban a representar a su equipo, el Vecindario ACE Gran Canaria, en el «All Star 2019» de la Superliga de Voleibol Masculina, que se celebró en Valladolid dos días después. Te lo cuento en esta posdata porque me gustaba más el final con Florita.








Comentarios

  1. Me encantó.... ❤️Q mejor homenaje que permacer en el recuerdo Loli y Florita 😇

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    1. Muchas gracias, desconocido o desconocida. La historia de estas dos grandes señoras merecía al menos unas pinceladas en mi bitácora

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