Volver a empezar en tiempos del Covid-19

Paquito, en el vestíbulo del hotel Asturias, en Gijón
Conocer a un hombretón que a los cinco años correteó alrededor del director de cine José Luis Garci, o de los actores Antonio Ferrandis, Encarna Paso, José Bódalo y Agustín González, es para sentarlo junto a ti y que te cuente anécdotas mientras compartes, por ejemplo, una botella de sidra natural. 

Te pongo en antecedentes. Año 1981, hotel Asturias de Gijón. El cinéfilo Garci rueda 'Volver a empezar', la película que recibió, el 11de abril de 1983, el primer Óscar en la historia de España. Alberto es entonces un chavalín, hijo de los dueños del establecimiento hotelero, que tiene la enorme suerte de tratar a los actores de este filme, muy mal tratado por la crítica hasta que recibió el respaldo de la industria de Hollywood. En el Asturias el elenco duerme y rueda escenas de interiores, además de otras exteriores delante de la fachada de este emblemático hotel con una historia centenaria.

Cuatro fotografías y una frase en el comedor del hotel Asturias

Manuel, el padre de Alberto, me hace un pequeño recorrido por el vestíbulo. Me enseña la centralita de teléfonos que se ve en la película; y el casillero para guardar las llaves de las habitaciones y la correspondencia. También me indica los lugares que se corresponden con las fotografías colgadas de las paredes. Una vuelta a mi infancia: yo tenía 12 años cuando Garci ganó el premio. Recuerdo a la actriz Luise Rainer con un vestido blanco abriendo el sobre y gritando, con mucha dulzura, el nombre de 'Volver a empezar' mientras extendía sus brazos hacia arriba.

Manuel era entonces el responsable del hotel. Ahora echa una mano a su hijo Alberto, el jefe. Pero este jefe es peculiar en un hotel de cuatro estrellas: ayuda en el comedor a servir las comidas. Nada delata que tenga galones, y no será el único como él que encuentre en este viaje a Gijón.

Una tapa de cecina y queso de cabra en el hotel Asturias

Es la segunda vez que voy al Asturias a comer un menú de tres platos, bebida y postre por 15 euros.

Había estado dos días antes con mi amiga Marina, guía de turismo en Toledo; su marido, Luis; su hija, Alba, y el abuelo Miguel, un señor muy agradable. Si al yayo lo pilla Garci, le da un papel para una de sus películas. Y a Paquito, el oso amoroso que está realizando una campaña para impulsar el turismo nacional, el bueno de José Luis también lo sumaría al reparto.

Encontramos el Asturias de casualidad. Laura, una compañera profesora de mi mujer, le ha dado varias opciones, pero ninguna tiene una mesa para siete. Inesperadamente, pasamos por el hotel de Alberto y Manuel, y cantamos bingo. El menú, de aúpa para el menda: un salmorejo, una fabada, un bonito con tomate y una tarta de almendras, todo ello regado con vino y agua de Solán de Cabras por 15 euros, como ya te he informado.

Paquito, delante de una escalera en Gijón
que triunfa en las redes sociales

Mientras espero el primer plato, después de un generoso entrante, me llama la atención unas fotografías y unas frases colgadas de una pared del comedor. El personal me confirma que son de la película 'Volver a empezar' y se me eriza el vello. Pienso: 'Mi cuaderno de viajes ganará muchos enteros con esto. Mi mujer siempre dice que las cosas ocurren por algo'.

Dos días después, regresamos al Asturias para comer, después de una gratísima ruta con Ana, empleada de Buendía Tours. Y el menú, si cabe, es mejor aún. Que te pongan sobre la mesa como tapa un plato con varias lonchas de cecina de ternera con queso de cabra, ya dice mucho del local.

Estatua a don Pelayo en Gijón, con mascarilla

Comida aparte, pregunto a un tipo alto que sirve y recoge platos en el comedor por la película. Alberto, que así se llama, me cuenta que él tenía cinco años cuando se rodó 'Volver a empezar' y que es la cuarta generación al frente del hotel.

Me dice que, la próxima vez que visite Gijón, llame al Asturias para hacerme un diez por ciento de descuento y el desayuno, gratis. Me sugiere que lo haga en temporada baja para que él personalmente, como jefe del hotel, me enseñe las habitaciones donde se hospedó el elenco del filme y otras instalaciones relacionadas con el rodaje.  

A Gijón había llegado con mi familia por la A-8, procedente de Bilbao, para pasar tres noches en la ciudad asturiana. Un recorrido en coche que yo haría mil veces por los paisajes verdes y marítimos que te sorprenden a izquierda y derecha, y que hacen del viaje un placer para la vista.

En la ciudad del futbolista Enrique Castro 'Quini' nos alojamos en el hotel AC (273 euros, tres noches, tres personas, con desayuno) gracias a una tarifa especial.

Elogio del Horizonte, de Eduardo Chillida

Conozco a Juan Carlos, el director, mientras sirve y recoge platos a la hora del desayuno en este hotel de cuatro estrellas. Destaca entre otros empleados por su altura: creo que supera los dos metros. Charlo con él porque dos niños, de unos tres y seis años, están sin mascarilla y no paran de hablar y tocar la mesa por la que los clientes deben pasar a recoger su desayuno. Los pequeños no están solos. Los acompañan sus padres y una señora mayor que supongo será la abuela. Pero ninguno les llama la atención. Entonces me tapo los ojos porque no quiero imaginarme cómo será la vuelta al colegio, si esto pasa en un hotel con dos benjamines.

Playa de San Lorenzo

Para la ruta de Buendía Tours, nos han citado en la plaza donde se levanta una estatua a don Pelayo, que luce una mascarilla para evitar ser contagiado por el Covid-19. Estaciono unos dos kilómetros, en una zona libre de pago, porque el centro de Gijón tiene ORA. Mientras camino por la avenida de la Constitución, me doy cuenta de que hay un aparcamiento en el que puede dejar tu coche 24 horas por 4 euros. Me quedo con la referencia para la próxima y para pasársela a mis contactos.

Avilés

Antes de llegar a la cita en la plaza de don Pelayo, me detengo en el Mercado del Sur, donde se reúnen numerosos puestos de abastos y donde también cuento a mi hija que Toledo tiene un mercado, junto al Teatro de Rojas, que vivió tiempos mejores y en el que tan solo quedan unos poquísimos puestos en funcionamiento. Nada que ver con el gijonés, aunque éste tiene toda la planta superior cerrada.

Con Ana, la guía, he conocido que Cimadevilla, el barrio más antiguo de Gijón, es un pueblo dentro de la ciudad. La gente sale a la calle en zapatillas de andar por casa, con el mandil puesto o piden las cosas a gritos al vecino de enfrente. Sin embargo, Ana asegura que no hay ni una pescadería en este antiguo barrio de pescadores, donde el precio del metro cuadrado construido y de los alquileres se ha disparado por la demanda. Los vecinos, mientras, reclaman mejoras en un barrio que se degrada y se encomiendan a un milagro de su venerada Virgen de la Soledad.

Centro Niemeyer, en Avilés

Paso por delante de la casa natal de Gaspar Melchor de Jovellanos (su nombre es más largo) y por encima de las termas romanas de Campo Valdés, que también son visitables. Y gracias a Ana me adentro en la historia de Hsiao Niu Wei Yang, 'Chaoyo Wey' en Cimadevilla, Cimavilla en asturiano. El chino Chaoyo Wey llegó a Gijón para convertirse en (casi) una institución a partir de la década de los 60 del siglo XX.

La guía cuenta también que las cigarreras de la Tabacalera organizaron, en 1903, la primera huelga feminista. Y me lleva a pie hasta la escultura de Chillida en Cimadevilla, 'Elogio del horizonte'. El estilo de artista vasco es inconfundible. Pero algún malnacido, ignorante y gilipollas ha pintarrajeado la enorme pieza, donde descubro un efecto de sonido alucinante en el centro del monumento. Ve y compruébalo.

Teatro Palacio Valdés, Avilés

Ana, que estudió arte dramático, recomienda con vehemencia la visita a la Universidad Laboral, un edificio muy interesante que fue una ciudad en sí misma. Sin embargo, una tormenta vespertina me desbarata la idea, que se queda postergada para una próxima visita.

Veo a muchas personas bañándose en la maravillosa plaza de San Lorenzo. No sé si todos serán gijonenses, a los que se les conoce también como 'culo moyaos' (culos mojados). Para entonces ya he admirado el 'árbol de la sidra': 3.200 botellas instaladas por un grupo de arquitectos catalanes en el puerto deportivo. De noche, iluminada, la estructura debe de molar. 

Palacio de Camposagrado, Avilés

A la guía le pregunto por Avilés. Coincidimos en que es una ciudad con un casco histórico muy interesante, que sorprende a los forasteros porque relacionan, a priori, la ciudad con la industrialización. Craso error.

La conversación se produce por que yo había estado en Avilés el día anterior. Me fascinó el color de sus viviendas, el centro Niemeyer junto a la ría, la tranquilidad de sus calles peatonales y, por supuesto, su gastronomía. Conocí el restaurante L'alfarería, un local muy colorido con una cocina magnífica. Probé su refrescante gazpacho de sandía, unos exquisitos escalopines con cabrales y su tatín de plátano. Para beber, un crucillón tinto de 2018. Y todo por 11 euros.

La amable mesonera que nos atendió ratificó nuestra impresión: 'Sí, a la gente que viene de fuera le sorprende nuestro casco histórico'. Por eso le anuncié que no tardaría en volver a su ciudad, probablemente en avión porque el aeropuerto de Asturias se encuentra solamente a 15 kilómetros. Y también para probar en el restaurante su surtido de cachopos, cuatro por 34 euros, aunque se recomienda en una pizarra que dos personas compartan tal sugerente iniciativa gastronómica.

Después de tres noches en Gijón, continuamos el viaje por la bella Cornisa Cantábrica hasta nuestra última parada: Orense. El plan es detenernos en la icónica 'playa de las catedrales', en el municipio gallego de Ribadeo, pero pasamos de largo, aunque tenemos una reserva. Hemos salido a las diez y media de la mañana, después de terminar mi intervención de los jueves en Radio Castilla-La Mancha, y fotografiar a Paquito con un mensaje de ánimo a los compañeros de La Tribuna.

Un furancho, en Poio

El tiempo apremia. Mi hija cuenta los minutos para ver a su amiga Érika en Orense, y solo dispondrá de menos de 48 horas para hablar de sus cosas.

En un principio, íbamos a pasar tres noches, pero un contratiempo familiar grave nos obliga a anular la última. La dábamos por perdida económicamente, pero el hotel y centradereservas.com, mi página de referencia para las reservas de hoteles, tienen el enorme detalle de devolvernos el dinero el mismo día que realizamos el registro de entrada.

A Orense llegamos por una carretera nacional tortuosa (N-540) después de abandonar la entretenida A-8. La ciudad gallega ya lo conocíamos de una visita anterior, por lo que decidimos ir al día siguiente a Pontevedra para visitar a nuestros vecinos Benito y Mari Paz. Ellos están pasando una temporadita en su piso en la vecina localidad de Poio, a un centenar de kilómetros de Orense.

Mercado de pescado de Bueu, en Pontevedra

Pídeme el teléfono de Benito cuando vayas a una ciudad y quieras recomendaciones para comer. Él es tu hombre. Su control de restaurantes en varios países te dejará con la boca abierta. Y, en nuestra visita a Pontevedra, no falla.

Benito y Mari Paz, una pareja que tiene mil historias de sus numerosos viajes por el planeta, nos invitan a comer un arroz con bogavantes (2 ejemplares) y una ración de ocho zamburiñas en el bar-restaurante Estrella de Bueu. Lo hacen después de un recorrido por esta bucólica zona de costa hasta llegar al municipio de la península del Morrazo con unas playas blanquísimas.

Playa de Bueu

Entramos en el mercado de pescado y vemos la fachada del Museo Massó, que cuenta la historia de esta familia conservera. Me llama poderosamente la atención el cambio integral de la plaza donde estuvo la fábrica: se ha convertido en un lugar de entretenimiento para grandes y pequeños, que también pueden disfrutar de un pequeño jardín de bambúes. Solo queda como vestigio una enorme chimenea, que está integrada en la céntrica plaza Massó gracias al trabajo vecinal de la Plataforma en Defensa del Museo Massó, según leo en un cartel.

Bebimos un vino (a 1 euro el tazón) y una abundante tapa en el bar La Viuda antes de sentarnos a la mesa en un restaurante completo, abierto hace más de 30 años. Salimos redondos, con ganas de tomar luego unos 'cacharritos', como dicen los sevillanos, en un bar de Pontevedra.

Crucero de Hío

Pero antes viajamos unos kilómetros en coche para ver el singular crucero de Hío, un monumento escultórico que es considerado el mejor crucero de Galicia. Desde allí contemplamos una fascinante panorámica del vecino municipio de Aldán y, volviendo a Pontevedra, una estampa me trae a la memoria una imagen histórica: las bateas sobre la ría, donde se cultivan mejillones, me recuerdan el desembarco de Normandía en la Segunda Guerra Mundial.

Pontevedra puede presumir de un atractivo casco viejo que debes conocer. Benito y Mari Paz confirman que es una ciudad muy viva en verano, incluso en esta era del Covid-19. Y lo vemos con nuestros propios ojos. A las seis de la tarde hay muchísima gente en la calle, con niños usando los vehículos infantiles (coches eléctricos dirigidos por adultos o cuatriciclos) que Inés alquila en su negocio, Rodas Galicia. Además, una charanga y un grupo de payasos animan al transeúnte. Con la que está cayendo por el coronavirus, te alegra el cuerpo ver tanto movimiento de personas, que cumplen las medidas de llevar mascarillas y distanciamiento social.

Grupo escultórico dedicado a tertulianos
del antiguo casino, hoy Café Moderno, en Pontevedra

Benito da otro dato interesante: como las fiestas han sido suspendidas, el Ayuntamiento de Pontevedra ha decidido gastarse el dinero de los fuegos artificiales en repartir la pirotecnia en varios días. Lo relata después de habernos dado unos pinceladas sobre el loro Ravachol, que tiene una estatua en la ciudad. Se le conoce como el loro más famoso del mundo, que vivió en Pontevedra entre 1891 y 1913. Benito añade que era el animal de compañía del farmacéutico Perfecto Feijóo y su entierro se recuerda en los carnavales porque fue un loro con carisma.

Casualidades de la vida, el hombre que habla del boticario Perfecto fue visitador farmacéutico de Bayer. Y tuvo que ser muy bueno, porque Benito cuenta con un reconocimiento internacional de su empresa que en España no tiene nadie más.

Estatua al loro Ravachol en Pontevedra

Con él y Mari Paz pasamos delante del Café Moderno, cuyas instalaciones acogieron el casino de la ciudad; vemos un bello conjunto histórico delante de este establecimiento dedicado a sus históricos tertulianos; y también admiramos la fachada de la basílica de La Peregrina, dedicada a la Virgen que, según la tradición, guiaba a los peregrinos desde Bayona a Santiago de Compostela. Fotografío también un cartel del programa Rodando, ocio y deporte por la inclusión, que un grupo de voluntarios puso en marcha en 2016.

Nos despedimos después de una agradable tarde tecleando la palabra furancho. Es una vivienda cuyos dueños venden su vino de cosecha y tapas que elaboran, a un precio muy económico. Benito me lo ha contado junto a un furancho que hay al lado de su casa.

Vehículos que Rodas Galicia alquila para que los
niños recorran el casco viejo de Pontevedra

Cuando escribo estas líneas, mi mujer me cuenta que ha leído que, un día después de nuestra salida, se registró un incendio en el hotel AC de Gijón, afortunadamente sin heridos. Solo un trabajador que acudió con un extintor para apagar el fuego y un policía local resultaron afectados por el humo.

Es el segundo sobresalto que tengo. El primero fue cuando nos informaron de que, en un restaurante donde comimos al principio de agosto, un camarero dio positivo en Covid-19. El empleado, afortunadamente, se encontraba bien, según me contó una de sus jefas, que me aseguró que no nos preocupáramos por haber sido contagiados, ya que había pasado mucho tiempo. Y tampoco sentimos síntomas para pensar en que el maldito virus nos hubiese enganchado.

Un grupo de payasos por las calles de Pontevedra

Con la vuelta a casa, termina la primera fase de mis vacaciones de verano, que comenzaron en Lerma (Burgos) quince días atrás y continuaron por Santillana del Mar, Bilbao, Gijón, Orense y Pontevedra. Regreso con el ánimo de seguir viajando para ver de lejos el pico más alto de España. Paquito ya prepara el material de montaña por si sube a la cima. ¿Sabes cuál es su nombre? 





Comentarios