En la ruta amanecista: ¿Quién hace de puta?

Paquito, delante del símbolo de Ayna

Llegar a un hotel y sentirte como en casa. Eso me ha pasado en mis dos últimas experiencias vitales: en Atienza (Guadalajara) y en Bogarra (Albacete). Es lo que tiene el covid-19. Las restricciones me han obligado a hacer turismo en mi comunidad autónoma, lo que me ha permitido descubrir rincones y personas entrañables.

En Atienza coincidí con Luis Moreno, un ingeniero de máquinas jubilado con el que se puede hablar de todo. Charlar al aroma de un gin-tonic en la calle, con los rayos del otoño calentándote las mejillas, es un placer al alcance de aquellos que nos gusta escuchar al prójimo. 

Hayedo de Tejera Negra
Compartimos en Atienza el mismo hotel, un antiguo convento del siglo XVIII (tres personas, dos noches, media pensión, 152 euros). Es un alojamiento muy coqueto, con una sala de estar-comedor maravillosa, en una pequeña población de apenas 500 habitantes que había sido muy importante en la Edad Media, pero que fue a menos después del siglo XV.

Las casualidades existen, o es el destino a lo mejor, para gente que ha nacido de pie como yo. El caso es que con Luis coincidí en la cafetería poco después de llegar al hotel. Y la conexión fue total desde el minuto 1, aunque su forma de pensar no coincida con la mía en algunos puntos. Pero esto te enriquece, por lo menos a mí, y agradezco siempre este tipo de encuentros casuales.

Hayedo de Tejera Negra
A él le conté lo que gocé recorriendo el hayedo de Tejera Negra, un lugar que no debes perderte, sobre todo en otoño antes de la caída de las hojas.

Había hecho a pie un recorrido de algunos kilómetros que me condujo a una campa verde hierba después de una empinada subida. Hasta allí llegué siguiendo en parte el susurrante recorrido del río que discurre por el hayedo. Disfruté de lo lindo en una mañana soleada, que rematé a mediodía en el primer restaurante en Cantalojas que encuentras de regreso.

Hotel Convento de santa Clara
A Luis también le detallé que recorrí luego Atienza, conocida por su caballada. Pero fue triste, debido a la pandemia, no encontrar a casi nadie en la calle a la caída de la noche, a eso de las siete y media de la tarde. Por eso el paseo había estado, quizá, rodeado de un misterio imaginario, apuntalado al atravesar el arco de piedra, una reliquia de la antigua muralla, que llaman de san Juan o de Arrebatacapas por aquello de los vientos.

Como sucede en muchos pueblos desperdigados por la España vacía, para llegar a Atienza tienes que ir por carreteras secundarias, y terciarias en algunos casos, que te hacen dudar que puedas alcanzar tu destino y aparezcas, sin quererlo, en la otra punta del mapa.

Hotel convento de santa Clara
Te ocurre lo mismo si te dejas guiar por el asistente de viaje del teléfono móvil para llegar a Bogarra, puerta de Aýna, Liétor y Molinicos, en la provincia de Albacete. ¿Te suenan estos pueblos por algo? Si has visto la delirante película "Amanece, que no es poco", del fantástico José Luis Cuerda, sabrás de lo que te hablo. Si todavía no la has visto, cuando ya se han cumplido más de tres décadas de su rodaje, te doy unas pinceladas sobre su disparatado argumento. Teodoro, un ingeniero español que es profesor en la Universidad de Oklahoma, regresa a España para disfrutar de un año sabático. Al llegar, se entera de que su padre ha matado a su madre y, para compensarlo por la pérdida, le compra una moto con sidecar para viajar juntos. Así es como llegan a un remoto pueblo de montaña que parece desierto. Y lo que ocurre allí es absurdo..., o no.

Panorámica de la sierra del Segura
desde el hotel Val de Pinares
Pues bien. Hasta la zona donde Cuerda rodó su alocada película, mi mujer, mi hija y yo viajamos quince días después de haber estado en Atienza. Ya que Castilla-La Mancha estaba cerrada perimetralmente, tenía pocas opciones, la verdad: salir por mi región para disfrutar del puente de la Constitución o quedarme en casa y recorrer las iluminadas calles del abarrotado casco viejo de Toledo con motivo de la Navidad. Y preferí refugiarme en mitad del monte. Ya sabes, la cabra siempre tira al...

Elegí un hotel en medio de la nada: Val de Pinares, a 6 kilómetros de Bogarra. al que se llega por un tortuoso camino bacheado (tres personas, tres noches, pensión completa, 495 euros).

Hotel Val de Pinares
Que te traten como de la familia nada más atravesar la puerta, no tiene precio (ya espero pacientemente, acariciando mi gato, que los agoreros amargados me jodan la frase y me digan que algo me habrán pagado).

Desde que Rocío te registra en recepción, ya te sientes algo más que un cliente. Luego, en el restaurante, los camareros Fulgencio, Jesús y Toni se encargan de que disfrutes de la comida, casera y espléndida, que elabora Juan, un joven cocinero,  con la colaboración de Jenny, Esther y Loli.

Se agradece comer en medio del monte crepes rellenos de cordero, atascaburras, unas judías con perdiz o un arroz caldoso con conejo, pollo y setas recién hecho. Todo ello aderezado con una panorámica de la sierra del Segura desde la terraza que te deja sin palabras.

Detallazo de Toni para Paquito en
el hotel Val de Pinares
Así me dejó Jesús cuando pude adivinar, a través de su camisa blanca, que se ha tatuado el escudo del equipo de fútbol Albacete Balompié, además del número que vistió su jugador Fran Noguerol, ya retirado. "Se lo prometí y lo hice", me contaba este camarero futbolero.

Te empecé a escribir estas líneas al calor de la lumbre en una de las chimeneas del hotel, con el susurro de un niño contando a sus padres cómo iba a pintar un dibujo y también escuchando atentamente a dos parejas que hablaban de su viaje a mi querida y añorada Italia. 

Tan a gusto estaba que me tomé dos gin-tonics, aunque no me tembló el pulso para comenzar a redactar este relato mientras admiraba uno de los cuadros pintados por Conrada, propietaria del hotel y enfermera en Albacete durante muchos años.

Liétor
Mientras tecleaba, me envió un wasap uno de mis entrañables conductores de los autobuses urbanos de Toledo. Ángel me contaba, con el apoyo de unas fotografías, que el acceso al casco histórico estaba colapsado el primer sábado de diciembre. Tanto que la Policía local tuvo que cortar el tráfico.
 
Entonces me alegré de la alternativa que elegí, mientras seguía en familia al calor de la lumbre. Más feliz que en brazos, como dice mi querido y simpático colega Javier Ruiz.

Aýna
El segundo día por la sierra del Segura disfruté de mi recorrido por Liétor y Aýna. En Liétor, delante de las casas señoriales donde se rodaron algunas escenas de la película de Cuerda, sonreí recordando la asamblea de mujeres, presidida por Aurora Bautista, en la que se buscaba a la puta del pueblo, a la adúltera o a la monja. También no debes perderte la ermita de Belén, cuyo interior era la iglesia de don Andrés en el filme revolucionario, que a unos entusiasma y a otros les resbala.

Aýna
Luego llegamos a Ayna (escrita con o sin tilde). Bien ganado su apoyo de la "Suiza manchega", este pueblo se levanta en una bellísima garganta del río Mundo. Sus calles estrechas serpentean los edificios, la mayoría perfilados con una arquitectura anárquica que tanto encandiló al hombre de la poblada barba blanca para que localizara en ella la mayoría de las escenas de su cinta. "Yo no conocía ni Ayna, ni Liétor ni Molinicos cuando decidí rodar 'Amanece, que no es poco', pero había oído hablar mucho de Ayna porque, según decían, estaba en un sitio muy original, inaudito en La Mancha, como pude comprobar", dijo Cuerda después.

Aýna
En esta obra maestra del cineasta albaceteño, muchos vecinos de los tres pueblos participaron como extras en el rodaje que tanta fama ha dado a la zona, poblada de pinares, encinas y olivos. Tanto es así que el centro social y cultural de Aýna está dedicado a este mago del surrealismo como muestra de agradecimiento.

Además, según bajas caminando hacia el Ayuntamiento, te fijas en los pequeños y numerosos carteles que anuncian con una fotografía que en una casa vive o residió un paisano que hizo sus pinitos en el filme, como Carmelina Palacios (mujer curiosa) o Marcial González (chófer del alcalde).

Belén de Aýna en el centro de
interpretación de la película
Así llegas al centro de interpretación de la película, que antes fue una ermita y también el cine parroquial San Vicente Paul durante treinta años. Allí ráscate el bolsillo; total, es un euro la entrada. Descubrirás un bellísimo artesonado y el mundo amanecista en un breve recorrido. Leerás y escucharás memorables frases, como esa de "¡Hostia, un negro!", que ahora sería censurada desde muchos sectores porque tenemos la piel muy fina. Y no te vayas de allí sin que Alejandro, el taquillero, te cuente por qué no fue, por muy poco, uno de los bebés que quedaron retratados en la cinta. Te adelanto que se debió a una cuestión de cálculos.

Mural de Molinicos
Antes o después de irte de Ayna, vengas desde Liétor o desde Molinicos, pararás junto a una réplica de la famosa moto con sidecar que condujo Antonio Resines con el circunspecto Luis Ciges de copiloto en la película. Paquito, mi osito viajero, se puso muy pesado en hacerse una 'retrataúra' (como diría mi querido Paco Torres) y, claro, tuvimos que ceder. Porque esa moto con sidecar es un símbolo en Aýna (con tilde, si quieres), donde los carteles anuncian, por ejemplo, la llegada de la fibra óptica al pueblo.

Mural de Molinicos
Me marché de Aýna con un panel de la película en la retina: el que hace referencia a don Roberto, el maestro que todos hubiéramos querido y que enseñaba a los niños, con canciones de jazz y de gospel, las ciencias naturales y hasta las operaciones aritméticas. Las cosas del mundo de Cuerda eran así, querida Marcela, para rendir un homenaje a esos buenos maestros de escuela como tú.

Antiguo ayuntamiento de Molinicos, donde
se rodó una de las escenas memorables 
No te he dicho que hacía un frío soportable, al menos para mí, que podía haber nacido en el mismo Bilbao, aunque soy de Talavera de la Reina. Nada que ver la temperatura con la anécdota que me contó por la tarde un guardia civil que supo que estaba por la zona. En un wasap, me desveló que, cuando él trabajó por aquellos lares, participó en un servicio humanitario. Corría el año 2006 y cayó una nevada impresionante. "A menos 20 grados, en el puerto de las Crucetas, rescatando a gente que había quedado atrapada. Nunca se me olvidará esa noche. Creí que perdía hasta las manos, moradas, porque no las sentía", me escribió antes de que comiera con mi familia una opípara cena.

Molinicos. En esa calle se rodó
la escena de Paquito levitando
 A la mañana siguiente, visité Molinicos, el pueblo que completa la ruta amanecista. Pasé por Elche de la Sierra en lugar de atrochar por la AB-508, una carretera mucho más estrecha. Lo hice por una cuestión de precaución. No quería sorpresas.

Ascen, una zaragozana que llegó a Molinicos siguiendo la estela  del amor, es guía oficial en esta población de 1.000 almas. Ella, alegre y vital, me enseñó los escenarios de la película de Cuerda y la ruta de los oficios con la que el Ayuntamiento quiere que las nuevas generaciones conozcan el modo de vida de sus antepasados más recientes.

Molinicos

Se le nota que le entusiasma su trabajo. Con el manojo de llaves en la mano para abrir un chorro de puertas de la ruta de los oficios, Ascen me descubrió también el museo dedicado a las setas, los restos romanos que salpican el pueblo y la poza adonde suben los paisanos para bañarse en verano. Aquí no hay una escalera para salir del agua en plena naturaleza, sino que utilizan una cuerda atada a un árbol para salir a la superficie. Fuerza bruta, querido José Luis (Cuerda).

Ascen me contó que su tío Inazio (así en aragonés) es un amanecista puro, de esos que te responde con una frase de la película en lugar de utilizar un refrán. Como si lo hubiéramos sacado de la cinta.

Poza de Molinicos. La cuerda es
para salir del agua
Pero no sé si su tío Inazio conocerá que Daniel Romero, gobernador civil de Albacete cuando se rodó la película y amigo del cineasta, participa en ella cantando un fandango. "José Luis (Cuerda) me dijo que un fandango sería muy estrambótico, porque el objetivo era alegrar la vida al alcalde [Rafael Alonso] y a Nge Ndomo [el único negro del pueblo], que se quería quitar la vida por no pasar de catecúmeno", contó Daniel Romero a mi colega Fernando Moreno en una entrevista en ABC en 2008.

Para un amanecista como me considero, fue muy gratificante emular al alcalde desde el balcón del antiguo consistorio cuando el pueblo se niega en el filme a cumplir con el mandato: "De orden del señor alcalde, se hace saber que estemos todos a las doce en la plaza para hacer flash-back". No pudo haber mejor colofón a una fascinante y cautivadora visita de una hora y media, en la que también tuve tiempo de saludar a dos colegas de profesión, Rubén García Castelbón y Cristina López Huertas, que visitaban la zona.

Molinicos
Antes de irme volví a pasar por algunos de los murales pintados en las calles recoletas del pueblo, que te da la bienvenida con una enorme pintura sobre la película que tanto turismo está llevando a Molinicos en los últimos años. Este mural está formado por dos partes. En una de ellas se ve la icónica imagen de Resines y Ciges en la moto con sidecar, además de José Sazatornil, Saza, vestido de guardia civil. Saza fue un magnífico actor, a quien tuve la grata ocasión de saludar en el teatro de Rojas de Toledo cuando representó junto con mi recordado Paco Torres.

Pero lo que me llamó aún más la atención del mural fue el agricultor que está acompañado de una explícita fase que se escucha en la cinta: "Tú, que podías estar en la mesa de los ricos y de los poderosos, has elegido el humilde bancal de un pobre viejo para dar ejemplo al mundo... Calabaza, yo te llevo en el corazón".

Mural pintado en Molinicos
Así me marché de la "Suiza manchega", con ella en el corazón y con ganas de volver a una zona que me ha dejado prendado. Gracias al coronavirus, paradójicamente, he descubierto un paisaje natural muy bello e inesperado. Ahora comprendo las palabras de Antonio Resines: "Vas por Albacete, por toda esa meseta, y de repente te dicen: 'No, es que vamos a ir a la Suiza de Castilla-La Mancha..." (ya, ya..., pues como no aparezca pronto...). Yo prometo volver más pronto que tarde. Fulgencio, uno de los entrañables camareros del hotel Val de Pinares, ya me lo había avanzado nada más pisar el alojamiento: 'Muchos repiten al menos una vez'. Yo ya estoy tardando.

Pero antes de llegar a casa, conocí a mis particulares José de Nazaret y los tres reyes magos, como los ha llamado mi mujer. Por eso de estar muy cerca de la Navidad.

Venta de miel en el hayedo de Tejera Negra
Al levantarnos por la mañana, nevaba en la sierra del Segura y consultamos en internet la página del Ministerio de Transportes para saber la situación de las carreteras de la zona antes de abandonar el hotel. Se informaba de que las principales vías de la comarca estaban abiertas al tráfico sin ningún problema. Por eso enfilamos la CM-3216 en dirección a Alcaraz sin ningún temor. Pero al llegar a Paterna del Madera comenzamos a ver nieve en la carretera, aunque un cartel te indicaba que la vía estaba abierta y se podía transitar, presuntamente.

Arco de Arrebatacapas en Atienza
Seguimos adelante, confiados, hasta que nos metimos en la boca del lobo. No había marcha atrás. El coche se nos atascó en la nieve, llamé al servicio de emergencias 112, informamos de la situación y nos respondieron que ya habían recibido otro aviso desde la zona. Tocaba esperar entonces y me acordé de los dos juegos de cadenas para la nieve que guardo en casa.

Pasó un señor mayor en un todoterreno, miró de soslayo y siguió su marcha. No paró. Todo lo contrario que José, un vecino de Bogarra. Siempre agradeceré a su hijo, el que vive en Zaragoza, que le pidiera que saliera a la carretera para hacer fotografías de la nieve. José cumplió el deseo de su vástago, condujo su todoterreno hacia Alcaraz y, en el camino, se encontró con nosotros. Le faltó tiempo para bajar y ayudarnos. Supe entonces por José dónde guardaba un enorme tornillo en el maletero de mi coche y para qué servía: para remolcar el vehículo. Sin embargo, debido a mi falta de experiencia, el coche acabó atascado en una arqueta en medio de una enorme nevada.

Atrapados en la nieve. Nos rescataron
Cuando me disponía a pedir ayuda a mi seguro, aparecieron nuestros tres reyes magos: mi tocayo, Manuel; Ramón y Pedro, que pertenecen al club 4x4 Vado La Nava de Alcaraz. Con uno de sus vehículos, lograron sacarnos de la trampa, conducirnos a Paterna y facilitarnos una alternativa por Peñas de San Pedro. Así llegamos a casa, gracias a nuestros rescatadores, después de cuatro días maravillosos en la sierra del Segura.






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