Date una vuelta por Almagro: no todo es teatro
Interior del corral de comedias |
Cuando tengo un fin de semana libre y no he preparado un viaje, siempre me queda Almagro. Una obra de teatro en su coqueto corral de comedias es una alternativa sugerente en uno de los pueblos más bonitos de España, con casas encaladas y calles empedradas. La Mancha en estado puro. Y, si además tienes la posibilidad de ver un espectáculo de flamenco, ya es la releche.
Pero en este viaje no pudo acompañarnos Paquito, el osito viajero. Lo reclamaron en Torrijos (a 200 kilómetros) para que participase en una marcha solidaria de 24 horas en favor de la investigación para la enfermedad de Pompe. He leído que es un trastorno genético que provoca debilidad muscular y que empeora con el tiempo. Y allí estuvo Paquito mientras los demás estábamos en Almagro, donde los palacios abundan por sus calles recoletas, algunas cortadas al tráfico rodado.
Palacio de Almagro |
Como siempre, empiezo por el principio: el alojamiento. Valoro mucho un buen colchón en un entorno chulo. En esta ocasión, mi mujer y el menda dormimos dos noches en el hotel rural La Casa Grande, a 250 metros de la espléndida plaza Mayor. Si vas, entenderás por qué tiene ese nombre tan mayestático. Porque el hotel es enorme, con piscina y un patio porticado en el que da gusto desayunar. Y nuestra habitación, pues como la de un parador de turismo. Para que te hagas una idea.
Yo soy muy bien mandado y, nada más llegar, pregunté por Mari Ángeles. Ella trabaja en este hotel y es amiga de mi compañera Elisabeth, que hace años se casó en Almagro con Manu, paisano de este pueblo blanco de unos 9.000 habitantes.
No hubo suerte en el primer intento ni en el segundo. Pero sí en el tercero, a la tarde siguiente: conocimos personalmente a Mari Ángeles. Corroboré entonces que la amabilidad es otra seña de identidad en este alojamiento, donde las dos compañeras de Mari Ángeles que nos habían atendido, Ana y Jana, lo hicieron con mucha cercanía. Una de ellas nos recomendó precisamente un restaurante donde cenar el día que llegamos, viernes. 'Bolsillones' se llama; un lugar espléndido, con una carta amplia, muy sugerente y, para mí, económica. Además, un personal encantador y numeroso para dar tantos servicios. Nos gustó tanto que fuimos a comer y a cenar el sábado, cuando contamos siete trabajadoras y un empleado, el cocinero, para el almuerzo.
Uní el nombre de 'Bolsillones' al listado que mi estimada Elisabeth me había facilitado: 'El Marqués', 'La posada', 'El Corregidor' y 'La Muralla', me apuntó ella en un wasap. Y recomendé nuestro particular descubrimiento a un profesor, José Melero, que me pidió sugerencias para ir quince días después.
Pero no sólo vivimos de comida. Como te he dicho, estuvimos en el teatro de comedias dos veces en menos de 24 horas, pero con un resultado dispar. Te cuento. Manu, el marido de mi compañera, tuvo el gesto de recogernos dos invitaciones para asistir al concierto de Ricardo Fernández del Mora y su cuadro flamenco. Fue una actuación que me emocionó, que me puso en pie en más de una ocasión. A mí y al público que llenó este recinto construido en 1628 en el patio de un antiguo mesón. Porque, a la voz electrizante y el arte del cantador y espléndido guitarrista, se sumó el baile de Marta Serrano y Ofelia Márquez, bellamente vestidas con trajes de flamenca. Y todos arropados por un percusionista que me recordaba al humorista Goyo Jiménez, por su poblada barba, pero cuyo nombre no recuerdo. Será por eso de estar en tierras de don Quijote.
Plaza Mayor |
Yo hablo hasta con las piedras. Eso me lo dice mi mujer. Pero no me podía creer que en Almagro se sucedieran varias anécdotas en pocas horas. La primera fue al entrar en la librería de Francisco Romero, un prolijo autor de libros y ganador de numerosos premios de literatura, algunos importantes. Busca en internet a este hombre, que escribe habitualmente mientras tiene abierta su tienda junto al corral de comedias.
El caso es que entré en la librería el viernes por la tarde, a la hora del cierre, para comentarle si se había enterado de la muerte de mi amigo Paco Torres, actor. 'Sí, por supuesto. Lo sentí mucho. Fue una de las primeras personas en morir por covid', recordaba Romero, como le llamaba el bueno de Torres. Le conté que la familia me ha pedido que participe en el homenaje que le rendirán en su pueblo, Los Navalmorales, el primer fin de semana de agosto. Un honor para este 'plumilla universal', como me decía Paco, 'Facundo' en 'Los santos inocentes', un peliculón de actualidad por la muerte del magistral Juan Diego.
En la breve conversación, salió a relucir otro de sus personajes: 'Añasco, el de Talavera', un picarón con el que iba de pueblo en pueblo cantando jácaras. Romero me contó que se ha hecho una edición especial sobre 'Añasco, el de Talavera', una comedia famosa de Álvaro Cubillo de Aragón, un autor de Almagro en el Siglo de Oro. Escribí a Adrián, hijo de Paco Torres, y le comenté lo que había visto. Me encargó un ejemplar, después de buscar en la biblioteca de su padre, y lo que ocurrió después es para otra historia.
A la mañana siguiente, paseando por este precioso pueblo, me fijé en una placa de la calle donde se encuentra el hotel Casa Grande. Está dedicada a Federico Relimpio y me acordé del segundo apellido de Esther Jiménez Relimpio. A ella la había entrevistado cinco días porque es la entrenadora del Amiab, un equipo de baloncesto de silla de ruedas, que se había proclamado campeón del Europa. Le mandé un wasap preguntando si tenía familiares en el pueblo. '¡Correcto!', me contestó a los pocos minutos. Y me desveló algo muy curioso para mí. Si uno se pone frente al edificio del Ayuntamiento, puede pensar que todo el inmueble es el consistorio. Pues no. La esquina de la izquierda es de la familia de Esther y en este inmueble se rodó, por ejemplo, la película 'Volver', de un paisano de esta tierra, Pedro Almodóvar.
Pero hubo un hecho más curioso por la tarde. De repente, me escribió Perla, una mujer a la que entrevisté por haber sido víctima de un secuestro. 'Ese es Ricardo', soltaba en un lacónico mensaje. Había visto mi estado de WhatsApp, donde había colgado unos vídeos del artista y su cuadro flamenco. 'Soberbio, magistral, extraordinario...', le respondí. 'Sí, es mi vecino, amigo de mi marido', me contestó. Y me dejó loco.
Para entonces, mi mujer y yo estábamos preparando para volver al corral de comedias para ver la obra 'Gangarilla, el día del acabose'. Antes de entrar, tomamos un 'cacharrito' en la terraza del restaurante 'El Marqués'. Aproveché para enviar un wasap a Gemma Arenas, de Almagro y una de las mejores corredoras de montaña en el 'mundo mundial', como diría Manolito Gafotas. Ella había estado el viernes en esa misma terraza, pero el sábado estaba fuera y el domingo corría la media maratón de su pueblo. Total que, una vez terminamos de tomar la consumición, nos metimos al teatro.
Restaurante Bolsillones |
Si me preguntas cómo fue la obra, respondo con pocas palabras: no me enteré de nada. Fue una hora y media de sufrimiento para mí. Para el espectáculo flamenco, el toldo que cubre el patio sí estuvo recorrido. No así para la representación teatral. Por tanto, no corría el aire y yo estuve cerca de sufrir un desmayo. Te doy un dato: cuando mucha gente se pone chaqueta o abrigo, yo voy en manga corta.
Al terminar, pregunté a los técnicos de sonido y de luz; también a una persona de la organización que esperaba a la salida del corral. Los primeros me dijeron que se dejó el toldo sin recoger por una cuestión técnica, según interpreté sus palabras entre el barullo del público. En el vestíbulo, sin embargo, me aseguraron que no se quiso retirar el toldo por ningún motivo especial. Total, que escribí luego a la compañía Corrales de Comedias para explicarles el contratiempo, que tanto a mi mujer como a mí nos fastidió la velada teatral, pero no el fin de semana en Almagro.
Disfrutando de la plaza Mayor |
Amenazamos con volver a un pueblo que te enamora. Como la cantante Chanel, que con su cuerpo de baile logró un exitoso tercer puesto en el Festival de Eurovisión ese mismo sábado. Pudimos disfrutarlo desde nuestra habitación en el hotel La Casa Grande, a la que también amenazamos con volver. Como el título de la película de Almodóvar que fue grabada en la casa de la familia de Esther, la entrenadora del Amiab.
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