Cómo Plácido Domingo pudo arruinar un magnífico viaje

La Arena de Verona, la noche
dedicada a Plácido Domingo

Hasta Verona que nos fuimos, un verano más, para escuchar ópera en La Arena, un espléndido anfiteatro romano donde la música suena de otra manera. Con este viaje, cerramos las vacaciones estivales, y a él se unieron Paquito, el osito viajero; nuestra cuñada Lola y mi prima Chus, una fija desde que organizo esta estupenda y apasionante aventura hace tres años.

Como otras veces, la excursión la montamos en torno a la actuación de Plácido Domingo, que luego resultó un chasco enorme. Y aprovechamos la estancia de tres noches en Verona para acudir también a dos óperas, Turandot y Carmen, pagando unos precios que en España no se ven: entre 35 y 26 euros.

Un canal de Venecia
Igual que habíamos hecho unos días antes para nuestro viaje a Marrakech, volvimos a estacionar el coche en el hotel Hilton junto al aeropuerto de Madrid Barajas. El magnífico precio que obtuve por 'Parkvía' (ni se te ocurra presentarte sin reserva porque te cobrarán 20 el día, cuando nosotros pagamos 9) era muchísimo mejor que el de Aena en la terminal 4.

El aeropuerto de Linate, a 8 kilómetros de Milán, fue el elegido para volar. Con 90 euros solucionamos los vuelos de ida y vuelta de cada uno. Después de aterrizar, subimos a un autobús que, por cinco euros, nos trasladó a la Estación Central de la ciudad italiana, donde un tren de Ítalo nos llevó hasta Verona por 4,90 euros el billete. Un auténtico chollo, que me hizo reflexionar sobre el precio de los trenes en España. Se me abren las carnes cada vez que recuerdo que el trayecto de 65 kilómetros entre Toledo y Madrid cuesta 11,10 euros por trayecto, siempre que compres billete de ida y vuelta. Renfe se lo tendría que hacer mirar.

Nuestro bar en Venecia desde ahora

Antes de partir, coincidimos en la estación con mi compañero de ABC Juan Antonio Pérez, un excelente profesional al que siempre es un placer saludar por su sentido de humor e ironía. Había llegado ese mismo día con su amigo Molina para reunirse con otro colega, tripulante de cabina en Ryanair, y se alojaban en Milán para visitar el lago Como en un coche alquilado. 

Ya en Verona, el transporte público de autobuses funciona muy bien y llegamos en muy pocos minutos a nuestro alojamiento, un apartamento por el que pagamos 400 euros (tasas turísticas incluidas), a diez minutos andando de La Arena y junto al río Adigio. Tiene un bar debajo, propiedad también de los dueños del piso, que nos vino muy bien después de las óperas para refrescar el gaznate y comentar las jugadas.

En un supermercado Aldi que ya conocemos, Chus y yo hicimos una compra abundante, en la que no faltó aceite de oliva virgen extra, aunque fuese italiano. Cargados como mulos, y ayudándonos del autobús urbano, llegamos al apartamento, donde las otras dos integrantes de la expedición habían adelantado trabajo para la cena.

Bérgamo
Luego nos 'maqueamos' para el primer objetivo de nuestro viaje -asistir a la noche dedicada a Plácido Domingo-, después de dar una vueltecita por el centro de la ciudad. Sin embargo, nuestro gozo cayó irremediablemente en un pozo muy profundo. Fue un fiasco; un vocablo que dos días después empleó Ángel Gómez Fuentes, el corresponsal de ABC en Italia, para escribir sobre el concierto. 'Si es que está muy mayor', dijo mi prima, una seguidora fiel de Plácido, después de que se quedara sin voz en el concierto según se anunció por la megafonía.

Paquito, pasajero al tren

Menos mal que no tuvimos el dolor de culo de otras veces, porque las gradas de piedra son infernales. Para combatirlo, nos agenciamos unos asientos ergonómicos que nos aliviaron el trasero y la mala leche por la actuación del tenor español.

Como el chasco había sido mayúsculo, nos conjuramos para tomar unas cervezas y unos Aperol spritz con el propósito de quitarnos las penas en el bar que teníamos justo debajo del apartamento. Su nombre es toda una declaración de intenciones: 'L'attimo', el momento en español.

Minutos más tarde, un grupo numeroso de jóvenes se fue arremolinando en la 'Bottega del Krapfen', una pastelería de 1970 -mi año de nacimiento- para comprar unos bollos de azúcar. La mayoría están rellenos de crema, y allí los conocen precisamente krapfen, o berlinesas, que Lola había visto cómo las vendían a decenas en una playa de Portugal unas semanas antes. Lo sorprendente es que este negocio sólo abre de noche, de diez a dos de la madrugada, y el horario se extiende hasta las cuatro si es viernes, sábado y prefestivo.

Peschiera del Garda

Compramos seis para el desayuno y no nos alargamos mucho en la terraza del bar porque a la mañana siguiente viajábamos en tren a Venecia, a 120 kilómetros de Verona por carretera. La llegada a la estación de Santa Lucía es bellísima, espectacular, sobre la laguna. Te prepara para admirar lo que luego te dejará sin palabras. El paseo en el 'Vaporetto' por 7,5 euros te hace retroceder en el tiempo. Nos bajamos en la parada de la plaza de San Marcos, aunque esa línea te lleva hasta la zona de playa de Venecia, en el Lido.

Viandas traídas desde España en el 'Cip & Ciop',
nuestro bar en Venecia

Antes de entrar en la electrizante plaza, una pareja de españoles nos preguntó cómo atravesar el Gran Canal de orilla a orilla en unas góndolas por dos euros. Jesús y Carmen, de Daimiel (Ciudad Real) habían venido en una excursión desde Milán y les habían dejado unas horas libres. Me costó convencerlos para que realizasen el viaje que acabamos de terminar, pero en el otro sentido, hacia la estación de tren; y que luego regresaran caminando a San Marcos para reunirse con su grupo. Como no tenia todas conmigo de que supieran comprar correctamente los billetes, me acerqué con ellos y me aseguré  de que los ponía en el barco correcto para ir hacia la 'ferrovía'.

Marcela, ¿compramos?

Luego anduvimos por las calles de Venecia y me vinieron a la memoria fotografías que Marcela y yo tenemos de las tres veces que nos hemos disfrazados en los carnavales de esta bella ciudad. Siempre se lo recomendamos a la gente porque son sensaciones difíciles de trasladar en palabras. Yo repito a menudo que es sentirse famoso por unas horas. Todo el mundo te para en las calles, en las plazas, en los lugares más recónditos, y te piden hacerse una fotografía contigo.

Volviendo hacia la estación del tren para regresar a Verona, descubrimos el bar Cip & Ciop, por el que tendrás que pasar si visitas a pie Venecia, una ciudad que baja por primera vez en su historia de 50.000 habitantes censados según leo. Nos sirvieron unas cervezas bien frías y muy bien tiradas, tomándose su tiempo, como en algunos locales de La Coruña donde habíamos estado unas semanas antes. Lo disfrutamos, la verdad, y además fueron tan gentiles que nos permitieron comer las viandas -jamón y lomo ibérico- que llevábamos para no perder tiempo. 

Abandonamos Venecia sabiendo que es el último verano antes de convertirse en un museo al aire libre. A partir del próximo año, los turistas pagarán entre 3 y 10 euros para entrar en la ciudad, salvo si duermes en un alojamiento, por el que ya desembolsas una tasa turística, como sucede en otras ciudades italianas.

Restaurante de Verona

Esa misma noche repetimos el ritual al llegar al apartamento en Verona: ducha, acicalamiento, cena y a La Arena para ver 'Turandot'. Plácido Domingo dirigió la obra y, sinceramente, me gustó más el 'Nessum dorma' que escuché el año pasado en el mismo recinto. Días después, leí que la orquesta no se levantó después de concluir el espectáculo en señal de protesta por los ensayos con Domingo. Esto no puedo confirmarlo porque nuestros asientos estaban muy alejados del escenario (por algo son los más baratos). Sin embargo, el despliegue técnico y de decorados fue sensacional, como siempre. Y también brilló la española Ruth Iniesta, en el papel de Liú, a la que conocimos personalmente el verano pasado después de interpretar el mismo personaje.

Catedral de Milán

A la mañana siguiente, tomamos rumbo a Sirmione, del que dicen que es el pueblo con más encanto del lago de Garda. Como había sucedido con Venecia, fuimos para que Lola lo conociera. Lo cierto es que, como en la ciudad de los canales, Sirmione también merece visitarla varias veces. Hasta allí se puede llegar directamente en autobús desde Verona o con la combinación de bus y tren, como hicimos nosotros para tranquilidad de Chus, que prefiere los raíles a las ruedas.

Nuestra última noche en Verona, la ciudad de Romeo y Julieta, la salpimentamos con la ópera Carmen. En las gradas conocimos a una familia española que había hecho parada y fonda antes de visitar el lago Como. Eligieron bien para que sus hijos. algunos más pendientes del teléfono que del escenario, no se aburrieron con el espectáculo, en el que participaron alrededor de 600 personas, entre intérpretes, músicos y figurantes.

Paseando por Milán vestidos de Versace

Temprano nos encaminamos en tren hacia Milán, donde pasaríamos dos noches más. El alojamiento de tres estrellas, 43 Station Hotel, no defraudó en absoluto las dos noches que dormimos. Situado a pocos metros de la Estación Central, adonde llegamos, por una enorme habitación cuádruple con desayuno incluido pagamos 27 euros cada uno por cada noche. ¡Ni un albergue, por favor! Además, la amabilidad de sus empleados es digna de reseñar. Y, entre ellos, uno que me recordó a Adolfo Cano, del Teatro de Rojas de Toledo. Tanto es su parecido que llegué a enseñar una fotografía de él y todo el mundo que había en la recepción asintió.

Bérgamo

Como Milán tampoco lo conocía Lola, fuimos inmediatamente para el centro. Lo hicimos en metro y grabé la salida del subterráneo porque es la más bonita que conozco, con la bellísima catedral al fondo según subes las escaleras para llegar a la plaza. Te quedas paralizado, mirando cada detalle de la fachada blanca, golpeada por el sol, que la hace brillar aún más.

Sirmione

Por supuesto, entramos en las suntuosas galerías comerciales y pasemos por Monte Napoleone, la calle más importante del distrito de modas de Milán, famosa también por sus tiendas de joyas. Entre coches de alta gama, volví a ver a gente supuestamente adinerada pero muy hortera vistiendo. Está claro, por tanto, que el parné no es sinónimo de buen estilo. Por ejemplo, Marcela llamó la atención sobre una pareja paseándose por la otra acera con ropa de Versace, además del exageradísimo y vertiginoso escote que la mujer lucía.

Es cierto que es una de las calles más caras de Italia, pero también es verdad que te puedes tomar un café por 1 euro, siempre que sea de pie. Si te lo sirven en mesa, el recibo sube a 4 pavos. Curiosidades...

Por la tarde, descubrimos un local donde no cobran por sentarse y ponerte un cubierto en una terraza con pocas mesas. Está a cinco minutos andando de la catedral. 'Un'Altra Pasta' nos cautivó desde el minuto 1. Primero con Anna, que habla español muy bien gracias a un novio peruano que tuvo durante cinco años. Y luego el resto de los empleados: David, Sassa y Enrico. Este último había estado de vacaciones por los Caños de Meca, en la provincia de Cádiz, hacía unas semanas.

Disfrutamos de pizzas hechas al momento y un humus elaborado por Anna para chuparse los dedos. Tal fue la conexión que volvimos la segunda y última noche en Milán, y brindamos con David y Davide con un riquísimo 'limoncello'. Fue el epílogo inesperado a un viaje de seis días que esperamos repetir el próximo año con la misma compañía, pero sin Plácido Domingo seguramente.

Imágenes para una postal   

Helados en forma de
flores en Verona


Decorado de Aída para La Arena

Paquito, delante de la Estación Central de Milán
Peschiera del Garda

Sirmione

Aseos del aeropuerto de Linate

La catedral de Milán con piezas de Lego

Aperitivo en nuestro bar en Milán

43 Station Hotel de Milán

Palomas sedientas en Bérgamo

Bérgamo


Catedral de Milán

Galerías comerciales en Milán

Bérgamo





Peschiera del Garda



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