Marrakech: un destino que seduce

Paquito, poco antes de embarcar.
El atuendo, obra de Marina
No esperaba que mi primer viaje a Marrakech me enganchara tanto. Me gustó conocer algunos de sus monumentos, su zoco y su vida nocturna en la popular plaza Jamaa el Fna, aunque el 'regalito' que se trajo Marcela, mi mujer, a modo de una fuerte diarrea me va a complicar la vuelta con su compañía. Pero el tiempo siempre lo cura todo, según dicen los refraneros.

Punto de agua con las tazas que
comparten los usarios 
En realidad, mi viaje a Marrakech se debió empujado por un motivo: los precios tan elevados que encontré para volar de nuevo hasta la ciudad de Nueva York. Y tampoco logré como alternativa unos buenos billetes para visitar las Islas Canarias. Además, Marcela tiene muchos alumnos de ascendencia del país africano y me gustaba la idea de viajar hasta Marrakech, a pesar de que agosto no es una fecha muy idónea por las altas temperaturas. Pero el trabajo manda y se viaja cuando el curro te deja.

Encontré dos billetes por 70 euros cada uno en Iberia y me lancé a la aventura. Había que gastar el dichoso bono que la compañía española nos endosó en lugar de devolvernos el dinero por un viaje que nos pudimos hacer el verano anterior a Nueva York, debido a las restricciones del Gobierno de Biden por la pandemia.

Zoco de Marrakech. Foto de Luis
Tiempo después, se sumaron a la expedición nuestros amigos Luis y Marina, además de su hija, Alba, que ahora marchará para Barcelona para ampliar sus estudios de Bioquímica. Un buen terceto para andorrear por las calles marraquechíes (es el gentilicio de los habitantes de la ciudad marroquí). Los precios de los vuelos fueron los mismos y hubo que buscar un alojamiento donde nos facilitaran una habitación doble y una triple. No resultó complicado, porque la oferta allí es muy amplia. Finalmente, puse el huevo -quien me conoce sabe que miro y remiro- en un hotel de la cadena española Riu; concretamente, en el Tikida Palmeraie: unos 60 euros la noche en régimen de todo incluido. Un precio magnífico en un recinto fantástico. Sí, ya sé que la cerveza no iba a ser de lo mejorcito en Marrakeck, pero había cerveza y ginebra para tomarse gin con tónica, de la que sabe mucho Luis. Una maravilla en un país musulmán donde la bebida tradicional es el té, !y qué té!

Tiempo de relajación 
Pero antes de nuestra expedición hubo otra: la de unos vecinos, Pepe y Sara, que disfrutaron de lo lindo en su visita a la 'Ciudad Roja' por el color de su muralla y edificios, con más de un millón y medio de habitantes. Nos trajeron como obsequios unos ricos pastelitos, dulces exquisitos que yo conocía por Marcela, a la que las madres de sus chicos marroquíes agasajan como agradecimiento por las materias que enseña a sus hijos.

Transportando
Volamos a Marrakech dejando el coche de Luis y de Marina en el hotel Hilton junto al aeropuerto. Treinta y cinco euros por cuatro días; un magnífico precio, y más si lo comparo con el aparcamiento de AENA junto a la terminal T4, donde las tarifas han sufrido un importante incremento. Fue en el hotel donde me informaron que había hecho dos reservas, realizadas con distintos correos electrónicos, para el mismo intervalo. Nos cobraron una y nos animaron a escribir a Park Vía, la web por la que reservo mucho más barato en el Hilton, con el fin de que nos devolvieran los 9 euros que habíamos pagado de depósito.

Cuatro ocupantes (dos niños) en un ciclomotor. Sólo
el conductor está obligado a llevar casco

Siempre agradezco que en los vuelos estén junto a mí pasajeros que charlen. En esta ocasión, Marcela y yo tuvimos la enorme suerte de que Inés se sentara a nuestro lado. Esta empleada en la Administración de un hotel en México acaba de llegar a Madrid desde su país y subía al mismo avión que nosotros sin apenas tiempo de pasar por el aseo. Fue un viaje muy ameno, en el que intercambiamos experiencias viajeras. No era la primera vez que Inés viajaba a Europa ni mucho menos a España, que se la había recorrido más y mejor que muchos nacionales.

Había estado en Toledo, la ciudad donde vivimos y que la cautivó. Marina, nuestra amiga, que iba sentada justo detrás de nosotros, asintió entonces con la cabeza. Ella, riojana de pro como Luis, es una excelente, paciente y calmada guía de turismo en la conocida como la Ciudad de la Tres Culturas. Te recomiendo reservar una ruta con Marina y seguro que, si vas de mi parte, te hace una gracia o te invita a un rioja.

La mezquita Kutubía
Sin contratiempos, aterrizamos en el aeropuerto de Marrakech, que tiene sólo una terminal. Pequeño si lo comparamos con el de Madrid-Adolfo Suárez, algo que se agradece cuando no conoces los aeródromos.

Allí seguimos las indicaciones de Civitatis, un famoso mediador de viajes que yo utilizaba por primera vez, y quizá sea la última. El traslado que habíamos contratado por 25 euros no estaba en el punto de reunión, donde un amable joven marroquí nos echó una mano. Se preocupó de contactar a través de su teléfono móvil con la empresa local que debía hacer el servicio. Y estuvo pendiente de nosotros hasta que el conductor apareció cerca de una hora más tarde de la fijada. Para los malpensados, en ningún momento el chico nos pidió un dirham por sus gestiones, sin las cuales no habríamos logrado contactar con la empresa.

Puerta en el zoco
Moustafa, nuestro conductor, nos contó que estaba descansando en su casa y que fue a por nosotros en el momento que lo llamaron. Durante el trayecto al hotel, a unos veinte minutos del aeropuerto, nos dimos cuenta de que Marrakech no está hecho para los conductores que respetan las señales de tráfico. Un caos dentro de su orden, como dijo Luis, que hacía poco había estado con Marina recorriendo Egipto y que habían vivido lo mismo, o peor, en El Cairo.
 
Moustafa aseguró que hablaba cinco idiomas y que estaba encantado de ser autónomo, a disposición de cualquiera que quisiera sus servicios. Por eso nos ofreció una excursión por la ciudad a cambio de 25 euros. Aceptamos en la misma puerta del hotel, a unos veinte minutos en automóvil del aeropuerto, y lo cerramos para el día siguiente a las nueve de la mañana.

Palacio el Badii
En el establecimiento del Riu, los tres días que pasamos fueron fantásticos. Paquito, el sexto del grupo y el único que no pagaba, viajó vestido de jeque por obra y gracia de Marina. Él también estuvo a cuerpo de rey en un hotel donde la amabilidad de sus empleados y la limpieza son algunos de sus puntos fuertes, además de sus preciosas habitaciones, magníficos jardines y su enorme piscina, donde la gente reserva las hamacas casi antes de que cante el gallo. Como en España. 

Allí conocimos a Federico, un vasco que se ha quedado viudo recientemente y que estaba de viaje con sus hijas. Disfrutamos de una agradable conversación con un señor con el que me iría de vinos. ¿Verdad, Luis?

Vehículo con fotografías del rey de Marruecos
En nuestro hotel, comimos muy bien y llegamos a reservar en uno de sus dos restaurantes temáticos, el dedicado a Marrruecos, bellamente adornado y donde también cenamos espléndidamente para despedir nuestra estancia en Marrakech.

Pero antes hicimos la excursión contratada con Moustafa, pero que la realizó Najib. Nos contó que era otro autónomo, al que su compañero le había ofrecido el viaje. Nos hizo un recorrido en una furgoneta espaciosa y con bellas alfombras, no las tradicionales alfombrillas que todos llevamos en el coche. En las paradas que hizo -nosotros realizábamos la visita por nuestra cuenta-, una fue en una tienda de plantas medicinales y otra, en un local comercial del Gobierno. A mi pregunta, directa, respondió que él no se llevaba ninguna comisión, sino que lo hacía para que conociéramos otros negocios donde no se regatea, como sucede en el zoco, sino que los precios son fijos.

Trabajando con Ronaldo a la espalda
Nos llevó por calles en las que esperaba encontrarme a Indiana Jones en cualquier momento. Marcela se marchó con los amigos a conocer el palacio de la Bahía y yo continué adentrándome en los mercados. Hubo uno que me echó para atrás por el olor extraño. Sin embargo, preferí averiguar de dónde procedía. Creo que encontré la respuesta cuando vi pescado con moscas y expuesto al público sin un gramo de hielo. Me acordé de Roberto, nuestro pescadero. Si él lo llega a ver, seguro que monta un negocio de hielo.

Un burro cargado en el zoco
Lo curioso era el contraste unos metros más allá, solamente cruzando la calle con mucho cuidado: un pequeño centro comercial al estilo europeo, con unos baños que daba gusto utilizarlos, y no como los que había visto en el mercado unos minutos antes.

Najib nos llevó también hasta la puerta de La Momunia. Es un cinco estrellas que se puede visitar en un horario restringido y que está considerado como uno de los hoteles más lujosos del mundo, donde puedes dormir una noche -sólo alojamiento- a partir de 420 euros, según la temporada y si pillas una buena oferta. Bellísimo por dentro y por fuera, con sus maravillosos jardines y más de mil especies vegetales. Es tal el lujo que, como dijo Luis, daba pena pisar sus alfombras. Por eso algunos las rodeamos.

Puesto en el zoco donde
Luis y Marina compraron dulces
Pues resulta que unos vecinos nuestros, de los que te hablaré en el siguiente viaje, comieron en La Momunia. Es cierto que a Marcela y a mí no nos cogió por sorpresa, porque Mari Paz y Benito, que ya he citado en este blog, son muy viajeros y curiosos.

A la mañana siguiente, utilizamos el traslado gratuito de nuestro hotel. El autobús nos dejó y recogió en la plaza Jamaa el Fna, donde te puedes encontrar serpientes y monos haciendo de las suyas. Marcela se agobió con los animales y por  la insistencia de los vendedores. Esto no lo percibí luego en otras partes del zoco, un enorme recinto de calles estrechas, desordenadas a ojos de un turista y llenas de profundos locales, donde puedes encontrar hasta una aguja perdida en un pajar. 

Esa noche, la última, la dedicamos a conocer de noche la  plaza Jamaa el Fna. Simplemente, espectacular. Moustafa y Najib ya no los habían advertido: 'De noche cambia'. ¡Y vamos que si cambia! Gente a miles. Cantando, bailando, mirando, charlando, comiendo en numerosos chiringuitos, con el zoco también abierto. Familias enteras. ¡Me maravilló! Algo que Marcela se perdió porque creo que pesó en ella lo que había visto por la mañana, radicalmente distinto a lo que disfrutamos por la noche. Regresamos al hotel con el mismo taxista que nos llevó. Concertamos con él una hora y allí estaba, con música de John Lennon y otros temazos sonando.

El comercio moderno y el viejo, separados
por una carretera
De Marrakech me fui con ganas de volver, de visitar otras ciudades marroquíes, con la misma compañía si les apetece porque son muy buenos compañeros de viaje, y que ya estuvieron con Paquito por Egipto.

Pero no regresamos al aeropuerto con un 'transfer' reservado a través de Civitatis. Lo hicimos en un taxi de los que esperaban en la puerta del hotel. Por quince euros nos llevaron a los cinco sin ningún contratiempo (diez euros más barato que con Civitatis). Ya en Madrid, nuestros amigos nos dejaron en el hotel NH Barajas Airport y tuvieron la desgracia de que el coche se averiara de vuelta a casa, aunque se lo tomaron sin dramatismos (me encanta su filosofía de vida). Nosotros cogeríamos un vuelo a la mañana siguiente, pero eso ya es otra historia.

Imágenes para una postal

  
Animal de carga exhausto en el zoco

      
   
Puesto con banderas y una gran
fotografía de la familia real
Puesto de comida en la plaza
Jamaa el Fna al anochecer


La plaza Jamaa el Fna,
llena de gente por la noche



Antiguos autobuses Alsa son los urbanos
en Marrakech


Trabajador en el zoco

Motorista por el zoco


Otras maneras de
moverse en Marrakech


La torre de la Kutubía

Piscina del hotel La Mamounia




Jardines del hotel donde nos alojamos

Vestíbulo del hotel Tikida Palmeraie

Imagen habitual de un conductor. Hablando
por el móvil mientras pilota la moto y sin casco




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