Marrakech: un destino que seduce
Paquito, poco antes de embarcar. El atuendo, obra de Marina |
Punto de agua con las tazas que comparten los usarios |
Encontré dos billetes por 70 euros cada uno en Iberia y me lancé a la aventura. Había que gastar el dichoso bono que la compañía española nos endosó en lugar de devolvernos el dinero por un viaje que nos pudimos hacer el verano anterior a Nueva York, debido a las restricciones del Gobierno de Biden por la pandemia.
Zoco de Marrakech. Foto de Luis |
Pero antes de nuestra expedición hubo otra: la de unos vecinos, Pepe y Sara, que disfrutaron de lo lindo en su visita a la 'Ciudad Roja' por el color de su muralla y edificios, con más de un millón y medio de habitantes. Nos trajeron como obsequios unos ricos pastelitos, dulces exquisitos que yo conocía por Marcela, a la que las madres de sus chicos marroquíes agasajan como agradecimiento por las materias que enseña a sus hijos.
Transportando |
Cuatro ocupantes (dos niños) en un ciclomotor. Sólo el conductor está obligado a llevar casco |
Siempre agradezco que en los vuelos estén junto a mí pasajeros que charlen. En esta ocasión, Marcela y yo tuvimos la enorme suerte de que Inés se sentara a nuestro lado. Esta empleada en la Administración de un hotel en México acaba de llegar a Madrid desde su país y subía al mismo avión que nosotros sin apenas tiempo de pasar por el aseo. Fue un viaje muy ameno, en el que intercambiamos experiencias viajeras. No era la primera vez que Inés viajaba a Europa ni mucho menos a España, que se la había recorrido más y mejor que muchos nacionales.
Había estado en Toledo, la ciudad donde vivimos y que la cautivó. Marina, nuestra amiga, que iba sentada justo detrás de nosotros, asintió entonces con la cabeza. Ella, riojana de pro como Luis, es una excelente, paciente y calmada guía de turismo en la conocida como la Ciudad de la Tres Culturas. Te recomiendo reservar una ruta con Marina y seguro que, si vas de mi parte, te hace una gracia o te invita a un rioja.
La mezquita Kutubía |
Allí seguimos las indicaciones de Civitatis, un famoso mediador de viajes que yo utilizaba por primera vez, y quizá sea la última. El traslado que habíamos contratado por 25 euros no estaba en el punto de reunión, donde un amable joven marroquí nos echó una mano. Se preocupó de contactar a través de su teléfono móvil con la empresa local que debía hacer el servicio. Y estuvo pendiente de nosotros hasta que el conductor apareció cerca de una hora más tarde de la fijada. Para los malpensados, en ningún momento el chico nos pidió un dirham por sus gestiones, sin las cuales no habríamos logrado contactar con la empresa.
Puerta en el zoco |
Moustafa aseguró que hablaba cinco idiomas y que estaba encantado de ser autónomo, a disposición de cualquiera que quisiera sus servicios. Por eso nos ofreció una excursión por la ciudad a cambio de 25 euros. Aceptamos en la misma puerta del hotel, a unos veinte minutos en automóvil del aeropuerto, y lo cerramos para el día siguiente a las nueve de la mañana.
Palacio el Badii |
Allí conocimos a Federico, un vasco que se ha quedado viudo recientemente y que estaba de viaje con sus hijas. Disfrutamos de una agradable conversación con un señor con el que me iría de vinos. ¿Verdad, Luis?
Vehículo con fotografías del rey de Marruecos |
Pero antes hicimos la excursión contratada con Moustafa, pero que la realizó Najib. Nos contó que era otro autónomo, al que su compañero le había ofrecido el viaje. Nos hizo un recorrido en una furgoneta espaciosa y con bellas alfombras, no las tradicionales alfombrillas que todos llevamos en el coche. En las paradas que hizo -nosotros realizábamos la visita por nuestra cuenta-, una fue en una tienda de plantas medicinales y otra, en un local comercial del Gobierno. A mi pregunta, directa, respondió que él no se llevaba ninguna comisión, sino que lo hacía para que conociéramos otros negocios donde no se regatea, como sucede en el zoco, sino que los precios son fijos.
Trabajando con Ronaldo a la espalda |
Lo curioso era el contraste unos metros más allá, solamente cruzando la calle con mucho cuidado: un pequeño centro comercial al estilo europeo, con unos baños que daba gusto utilizarlos, y no como los que había visto en el mercado unos minutos antes.
Najib nos llevó también hasta la puerta de La Momunia. Es un cinco estrellas que se puede visitar en un horario restringido y que está considerado como uno de los hoteles más lujosos del mundo, donde puedes dormir una noche -sólo alojamiento- a partir de 420 euros, según la temporada y si pillas una buena oferta. Bellísimo por dentro y por fuera, con sus maravillosos jardines y más de mil especies vegetales. Es tal el lujo que, como dijo Luis, daba pena pisar sus alfombras. Por eso algunos las rodeamos.
Pues resulta que unos vecinos nuestros, de los que te hablaré en el siguiente viaje, comieron en La Momunia. Es cierto que a Marcela y a mí no nos cogió por sorpresa, porque Mari Paz y Benito, que ya he citado en este blog, son muy viajeros y curiosos.
A la mañana siguiente, utilizamos el traslado gratuito de nuestro hotel. El autobús nos dejó y recogió en la plaza Jamaa el Fna, donde te puedes encontrar serpientes y monos haciendo de las suyas. Marcela se agobió con los animales y por la insistencia de los vendedores. Esto no lo percibí luego en otras partes del zoco, un enorme recinto de calles estrechas, desordenadas a ojos de un turista y llenas de profundos locales, donde puedes encontrar hasta una aguja perdida en un pajar.
Esa noche, la última, la dedicamos a conocer de noche la plaza Jamaa el Fna. Simplemente, espectacular. Moustafa y Najib ya no los habían advertido: 'De noche cambia'. ¡Y vamos que si cambia! Gente a miles. Cantando, bailando, mirando, charlando, comiendo en numerosos chiringuitos, con el zoco también abierto. Familias enteras. ¡Me maravilló! Algo que Marcela se perdió porque creo que pesó en ella lo que había visto por la mañana, radicalmente distinto a lo que disfrutamos por la noche. Regresamos al hotel con el mismo taxista que nos llevó. Concertamos con él una hora y allí estaba, con música de John Lennon y otros temazos sonando.
De Marrakech me fui con ganas de volver, de visitar otras ciudades marroquíes, con la misma compañía si les apetece porque son muy buenos compañeros de viaje, y que ya estuvieron con Paquito por Egipto.
Pero no regresamos al aeropuerto con un 'transfer' reservado a través de Civitatis. Lo hicimos en un taxi de los que esperaban en la puerta del hotel. Por quince euros nos llevaron a los cinco sin ningún contratiempo (diez euros más barato que con Civitatis). Ya en Madrid, nuestros amigos nos dejaron en el hotel NH Barajas Airport y tuvieron la desgracia de que el coche se averiara de vuelta a casa, aunque se lo tomaron sin dramatismos (me encanta su filosofía de vida). Nosotros cogeríamos un vuelo a la mañana siguiente, pero eso ya es otra historia.
Imágenes para una postal
Animal de carga exhausto en el zoco |
Puesto con banderas y una gran fotografía de la familia real |
Puesto de comida en la plaza Jamaa el Fna al anochecer |
La plaza Jamaa el Fna, llena de gente por la noche |
Antiguos autobuses Alsa son los urbanos en Marrakech |
Trabajador en el zoco |
Motorista por el zoco |
Otras maneras de moverse en Marrakech |
La torre de la Kutubía |
Piscina del hotel La Mamounia |
Jardines del hotel donde nos alojamos |
Vestíbulo del hotel Tikida Palmeraie |
Imagen habitual de un conductor. Hablando por el móvil mientras pilota la moto y sin casco |
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