Barcelona: el día que estuvimos a punto de perder a Paquito
Paquito, delante de la Sagrada Familia |
El comienzo no había sido un buen presagio. Un poco antes de salir de casa camino de Barcelona, recibí la llamada telefónica de una querida compañera a la que mi empresa la había despedido esa misma semana aduciendo, me contó, bajo rendimiento y sin avisar. A sus 58 tacos, debía empezar a buscar trabajo. Una mujer a la que le tengo un cariño especial porque los dos firmamos una crónica sobre los atentados terroristas del 11-M en Madrid. 'Sólo se oían el teléfono de los muertos', lo titulamos. Ella intentaba contar, entre sollozos, las aberraciones que había visto y yo redactaba con un nudo en la garganta.
Todos los 11 de marzo nos escribimos recordando aquella crónica, probablemente la más dura que he escrito por las circunstancias. Este 11-M seguro que lo volveremos a hacer porque, además, cumplimos los años el mismo día. Benditas casualidades.
Hotel Sant Antoni de Barcelona |
Después de despedirme de ella, mi mujer y yo salimos hacia la bella estación del ferrocarril en Toledo. Era viernes. Íbamos a llegar a Barcelona en tren, haciendo trasbordo en Madrid, en Atocha.
Me fastidia, porque es absolutamente desproporcional, los 11 euros que pagas por trayecto si compras ida y vuelta de la Ciudad Imperial a la capital de España, o viceversa (65 kilómetros). Una locura si se compara con los 22 euros que pagamos por billete de vuelta de Barcelona a Madrid con la misma empresa, Renfe.
Dándole vueltas a este tema, llegamos a Atocha. Allí, mientras esperábamos el tren a la Ciudad Condal, charlamos con un joven de 21 años llamado Paul que ya trabaja en una entidad financiera cobrando 1.300 euros. ¿Poco sueldo para hacer frente al alquiler de su piso en Madrid?
Estación de Francia |
Paul se quedó sorprendido cuando nos preguntó a qué nos dedicamos y vio mi nombre y apellidos en LikedIn, una red social para la empresa y el empleo. "¡En ABC desde 1989!", exclamó poco antes de despedirnos para subir en el mismo tren, aunque cada uno en un distinto coche.
Durante el trayecto a Barcelona, fui preparando el próximo programa en Radio Castilla-La Mancha, los jueves por la noche, y en Televisión Castilla-La Mancha, cada dos martes por la mañana. También me dio tiempo a leer unas páginas de 'Historias de un detective?, de David Blanco, y hasta que me empezaran a bailar fechas en la memoria para próximos viajes.
Esta excursión a la Ciudad Condal iba a ser exprés, de menos de 48 horas. Allí, en la estación barcelonesa de Sants, una amable trabajadora nos recomendó el mejor billete combinado para llegar a nuestro alojamiento, a pocos metros de la bellísima Sagrada Familia, que vimos de lejos según nos aproximábamos.
En el hotel Sant Antoni pagamos 69 euros la noche (con un copioso desayuno incluido, más las tasas municipales) y Raúl nos dio la bienvenida. Es un expresivo recepcionista cuya recomendación para cenar fue un acierto: el restaurante Nogal, a poca distancia del hotel. Que aquí una camarera china te llame 'cariño' cada vez que te atiende, no tiene precio. Servicial, trabajadora y sociable, Ling lleva en este establecimiento más de veinte años, y deseo que sus jefes sepan valorar a gente como ella y sus compañeros en la cocina. Porque comimos una de las mejores bechamel con canelones que hemos probado, además de una pizza casera de cuatro quesos. Y te lo dice una pareja que cocina a diario.
Paquito, en el parque de la Ciudadela |
Plaza de toros La Monumental |
Con Sheila y Mel, vimos desde fuera la plaza de toros Monumental (cerrada a los festejos taurinos), caminamos por el espléndido parque de la Ciudadela y pasamos por la maravillosa estación de Francia, que me recuerda a la Central de Milán. Tomamos también un café en la terraza de un bar con el Arco de Triunfo de fondo y un sol alegrándonos la mañana. Una bellísima estampa con una magnífica compañía mientras la niña se entretenía dibujando y con un juguete de toda la vida, no una máquina electrónica. Y empezamos a charlar sobre este asunto con Mel bebiendo un batido de chocolate.
Arco de Triunfo |
De manera inesperada, recibí un mensaje de mi amigo Rafa por WhatsApp: "Por ahí pasaste en el kilómetro 35 de la maratón". Se refería al único maratón que he corrido en mi vida y que terminé con él y su mujer, Ángeles, compañera de profesión. "Te puedo ser más preciso -añadió en otro mensaje al ver la fotografía del arco en mi estado de WhatsApp-. El kilómetro 35 estaba antes de la puerta, a unos 200 metros, y justo antes de pasar por ella volvimos a ver a Carmen Vega y a Pedro a la izquierda, a unos 30 o 40 metros de la puerta".
Luego Mel y Sheila nos acompañaron hacia La Barceloneta, un barrio donde está nuestro bar fetiche en la Ciudad Condal, y ocurrió algo que yo había soñado varias veces: Paquito cayó de mi mochila negra, que se abrió inesperadamente y no nos dimos cuenta. Menos mal que Mateo, un italiano del lago de Como, estuvo atento, recogió el osito viajero del suelo y nos llamó la atención. Se había ganado que lo citara en mi bitácora y le pedí su correo electrónico para enviarle el enlace en internet. La pena fue que no le pedimos una fotografía con Paquito, porque Sheila, Marcela y yo coincidimos en que Mateo es muy guapo (a Mel no la preguntamos porque era capaz de decir lo contrario).
Las zapatillas de Mel y la marca de las dos hojas |
Con el susto en el cuerpo -me acordé de mi amiga Marina, enamorada de Paquito-, continuamos hacia La Barceloneta. Mel descubrió la marca de dos hojas sobre el cemento de una calle y nos despedimos de la madre y de la hija en una parada de autobús. Ellas se fueron para su casa y nosotros nos acercamos a tomar cerveza y vermú al bar Leo. En la calle Sant Carles, lo habían visitado precisamente Marina, su marido (Luis) y su hija (Alba) siguiendo nuestra recomendación un par de semanas antes.
Durante las seis horas que estuvimos en el Leo, charlamos con su dueña, una granadina que es un amor. Nos contó que ella tiene un ojo para ver quién es un cliente para su bar y quién no, según entra por la puerta. "La última vez, había cuatro policías de paisano que son clientes y que fueron testigos", afirmó.
Bar Leo el sábado |
También charlamos con su nieta Alba, que se ha criado en el local dedicado al cantaor Bambino, y conocimos a Manu, que se presentó como sobrino de 'la Leo'... Pues eso, como en familia mientras sonaba en la máquina de discos 'Rata de dos patas...".
Al cabo de un par de horas, nos movimos de las mesas del fondo para aproximarnos a la barra. Allí ya nos anclamos y conocimos a Pilar, Lucía, Sara, María del Carmen y Manu, que está preparando un doctorado. Son químicos y mi tocayo se había llevado a sus amigas para que conocieran el bar y, sobre todo, saludaran a 'la Leo'. Y llegaron otros viejos amigos y un hombre de Badajoz que se empeñó en invitarnos a una consumición, hasta que lo consiguió.
Edificio desde el autobús urbano |
Con el 'Leo' cerrando, recibía el mensaje de un policía local en el que me respondía 'No tengo pasaporte' después de que le escribiera que se viniera al Leo. "Te lo pierdes", añadí antes de irnos para el hotel primero y luego al restaurante Nogal, donde volvimos a coincidir con Ling.
A la mañana siguiente tomamos por segunda vez un desayuno opulento antes de salir para ver la Sagrada Familia desde la calle y por todas las fachadas. Brutal es la palabra que me viene a la cabeza. Recuerdo vagamente su interior porque estuve en una excursión del instituto cuando yo tenía 16 años, por lo que entraremos la próxima vez que regresemos a Barcelona, no tardando mucho.
Pasamos igualmente por la tienda oficial del FC Barcelona que está en un lateral de la Sagrada Familia. Allí supimos de dónde viene el apelativo de 'culé' que reciben los seguidores de club. La explicación se remonta a principios del siglo XX, cuando tenía el campo en la calle Industria, desde donde se veían los culos de los aficionados que se sentaban en las gradas. El campo fue inaugurado el 14 de marzo de 1909 y era conocido como 'La Escopidora'.
Paquito, ¿culé? |
En Sants hablé con unos vigilantes sobre unos hombres que estaban alrededor de unas máquinas que despachaban billetes de transporte público. "Son buena gente, se ganan unas monedas ayudando a los pasajeros y además hablan varios idiomas", relató una trabajadora.
La Sagrada Familia |
Llegamos en tren a Toledo en cuatro horas y 17 minutos, con un trasbordo en Madrid-Atocha. Por 33 euros cada pasajero no merece la pena coger el coche y, además, no se contamina. Todo cuenta.
El bar Leo |
Edificio fotografiado desde un autobús urbano |
Paquito, ¿enamorado? |
En el parque de la Ciudadela |
Arco de Triunfo |
Interior del bar Leo |
La Sagrada Familia |
La Sagrada Familia |
El Arco de Triunfo al fondo |
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