Una tierra que me hace viajar en el tiempo

El Teide, al fondo

Viajar a Tenerife siempre me rejuvenece. Va para 26 años, el próximo octubre, que Marcela y yo volamos hasta allí por primera vez para pasar parte de nuestra luna de miel -luego visitamos Lanzarote-. Ya se llevaba que los recién casados cruzaran el Atlántico, aunque recuerdo que pensé en lo cerquita que estaría si alguna vez decidíamos volver. Y el presagio se cumplió: van unas cuantas veces en la isla, cuyo nombre en guanche significa "monte de nieve", según leo.

La última ha sido aprovechando que nuestros vecinos Benito y Mari Paz estaban pasando en Tenerife unos días. En esta ocasión, un viaje exprés de 48 horas muy bien aprovechadas al que se apuntó nuestro hijo mayor, Alberto, unos días antes de la excursión relámpago.

La Laguna

Si no llega a ser por él, por eso de la brecha generacional, yo no habría conocido a un personaje que nos encontramos en la misma puerta de embarque de nuestro vuelo con Iberia Express (74 euros, ida y vuelta). Ricardo Moya es un joven que compagina sus entrevistas en un programa muy seguido en internet, 'El sentido de la birra', con actuaciones musicales. Precisamente esto último lo llevó hasta la isla, acompañado de un colega pelirrojo, para tocar ese mismo día en el Búho Club de La Laguna, una preciosa ciudad patrimonio de la humanidad que nos recibió con chaparrones.

El local está situado a un kilómetro de donde luego comimos, 'El bodegón de Argelio', después de que nuestros vecinos nos recogieran en su coche, que yo los había ayudado a alquilar en Autoreisen, una estupenda compañía que conozco desde hace años.

Sin pasar por el hotel y tras una pequeña vuelta por el centro de La Laguna, fuimos directamente al 'bodegón de Argelio', al lado de la bellísima iglesia, blanca y negra, de Nuestra Señora de la Concepción, mientras mi amiga Pilar, desde Las Palmas de Gran Canaria, me mandaba una recomendación para comer en La Crepería, el negocio aledaño.

Garachico

Pero nos dejamos llevar por Benito y Mari Paz, que habían comido muy bien por once euros cada uno. Como siempre ocurre con esta pareja, no fallaron en su propuesta gastronómica. Las tres bes sin un pero: bueno, bonito y barato. Además, con un personal encantador, desde el jefe (Argelio) a su madre, Yayi (de Candelaria), y los jóvenes camareros Clinaldo y Coraima.

Eso sí, como seguro que estarás pensando en anotar este guachinche, un establecimiento típico canario, no olvides este consejo, que nosotros seguimos al pie de la letra: hay que estar a la una de la tarde, cuando abre, porque la clientela se agolpa en la puerta a partir de esa hora.

Un peluche vigila desde una ventana en Garachico

Con el estómago relajado, por la comida y el buen vino afrutado que ingerimos, bajamos en coche hasta Mesa del Mar para que nuestros amigos y Alberto conocieran esta población mojada por el océano y que pertenece al municipio de Tacoronte.

Aunque no puedo precisarte, sé que pasamos cerca de la casa de Héctor Milema, autor del poemario 'Palabras en el tiempo', a quien visitamos en nuestro anterior viaje. En esta ocasión, me escribió un mensaje al ver en mi estado de WhatsApp que volábamos a Tenerife acompañados de Paquito, el osito viajero, y propuso vernos en un centro comercial en La Laguna. Pero le respondí que no podía ser porque íbamos con el tiempo muy justo, casi cronometrado.

El hurón Pitu, en Buenavista del Norte
tras ser bendecido

Después de descender un zigzagueante trayecto por carretera, aparcamos y paseamos por la playa de Mesa del Mar. Para eso tuvimos primero que atravesar a pie, porque está prohibido hacerlo en vehículo a motor, el túnel que comunica con ese precioso paraje. Es una zona en la que sobre tu cabeza se alzan majestuosos unos verdosos acantilados, regados ese día por el agua que nos acompañó en la primera jornada en la isla.

También caminamos por la zona donde tres jóvenes pescadores, de entre 13 y 16 años, lanzaban sus cañas. Con los dos Erick y Agoney, como el conocido cantante tinerfeño, estuve charlando unos minutos. Los fotografié con un sargo, una bicuda y una galana que acababan de picar en sus anzuelos. Los hablé de Paulino, un brazo de mar al que conocí en la anterior visita. El más pequeño del grupo, el de 13 años, respondió rápidamente que lo conocía mientras quitaba las escamas del sargo con su brazo izquierdo y un cuchillo a una velocidad inusitada.

Otro peluche vigila desde una puerta en Garachico

Como sucede siempre, tienes que subir lo que has bajado. Y así hicimos con el coche para llegar de nuevo a la autovía TF-5, que comunica el aeropuerto con El Puerto de la Cruz, la zona turística donde nos íbamos a alojar. De camino, y por aquello de aprovechar el tiempo al máximo, Marcela y yo sugerimos a Benito, Mari Paz y Alberto acercarnos a La Orotava, otro coqueto municipio. El fin no era otro que tomar café en el Liceo de Taoro, una sociedad que lleva más de 150 años fomentando el deporte, el ocio y la cultura. El edificio, de colores pastel, es precioso y tiene una cafetería con unas vistas maravillosas, aunque la lluvia nos obligó a tomar las consumiciones, churros recién hechos incluidos, dentro del local y no en la terraza.

Cartel en un lugar de copas en
El Puerto de la Cruz

Sólo unos minutos tardamos luego en llegar a nuestro alojamiento en El Puerto de la Cruz, el hotel Parque San Antonio. Es un establecimiento de cuatro estrellas en el que su vergel destaca por encima de todo. Allí nos dio la bienvenida Sonsoles en la recepción, minutos después de despedir a nuestros amigos, que los habíamos dejado marchar a su hotel tras una jornada larga y completa.

A Sonsoles le preguntamos por un lugar donde cenar y nos recomendó uno que debes anotar: Amos Boulevard, a 260 metros a pie del hotel. Además de la comida -bocadillos y sándwiches riquísimos y a buen precio-, probé en esta cafetería una ginebra premiun elaborada en la isla y cuyo nombre desvelaré ahora, como prometí a un policía local que me preguntó. Macaronesian me gustó muchísimo, acompañada de la tónica de la misma marca que mi buen amigo Luis fabrica en Toledo. Y acerté con la propuesta de Alejandra, una de las dos simpáticas camareras.

Placa de cerámica de Talavera de la Reina
en Garachico

A su compañera, Carmen, le dejé mi número de teléfono porque nos comentó que en unos días iba a viajar a Madrid. Como casi siempre hacemos con mucha de la gente que conocemos, invitamos también a Carmen a acercarse a Toledo para visitar la ciudad. Y, por si tenía alguna duda, me puse a su disposición, incluso para tomar un café en uno de mis bares favoritos en los alrededores de la plaza de Zocodover.

A la mañana siguiente, me despertó el canto de un pájaro oculto entre alguna palmera del jardín. No podía haber una mejor manera de comenzar el día, que continuó con un abundante desayuno en el restaurante. Allí fue Marcela quien comenzó a charlar sobre Toledo con un camarero. Carlos -creo recordar que se llamaba- habló maravillas de la ciudad, también patrimonio de la humanidad y que le había fascinado durante una visita reciente. Nos estuvo describiendo, entusiasmado, los alrededores del alcázar con ese acento canario tan bonito, como aterciopelado. El mismo de Laura, que me dijo "mi niño" antes de preguntarme cómo quería la tortilla francesa recién hecha. Y diferente al habla de la italiana Serena, una jovencísima y simpática camarera que estaba de Erasmus, un programa de la Unión Europea para estudiantes. Oriunda de Nápoles, me confesó que preferiría estar en la recepción, pero tenía un hándicap: le faltaban idiomas.

Cartel con el horario de misas en alemán en
una iglesia en El Puerto de la Cruz 

Soltura es lo que les sobra a Benito y Mari Paz, que con puntualidad británica llegaron al hotel en su coche alquilado, blanco y lo suficientemente grande para movernos cómodamente por la isla. Para comenzar el segundo día, nos propusieron pasear por El Puerto de la Cruz, viendo el Lago Martiánez, mientras ellos asistían a una misa oficiada en alemán. No había otra alternativa religiosa en la zona, pero salieron antes de que la función concluyera porque el sacerdote se alargaba mucho.

Con su sorna, Benito llegó diciendo que habían entendido perfectamente dos palabras: amén y aleluya. Bromeaba a pocos metros de donde una piña de plátanos muy verdes colgaba de una planta en medio del paseo marítimo, al lado de la iglesia donde había escuchado misa, y que yo acababa de fotografiar.

Los dos Erick y Agoney muestran sus capturas

Camino del coche, el cartel de un local de copas, 'The Molly Malon', me llamó la atención por el mensaje y por quienes lo anunciaban. 'Por favor, habla en bajito; hay vecinos durmiendo!', se leía bajo una fotografía del dúo cómico Laurel y Hardy (El Gordo y el Flaco). Y me detuve también a retratar en la plaza de Europa, una hermosa casa típica canaria, blanca y con un balcón en madera, antes de abandonar El Puerto de la Cruz.

Una furgoneta destroza flores
en Santa Cruz de Tenerife

No fuimos muy lejos, a Garachico, un bello municipio conocido también por sus piscinas naturales y donde me llevé una grata sorpresa: había una calle con una placa de cerámica de Talavera de la Reina, mi lugar de nacimiento, dedicada a Eutropio Rodríguez de la Sierra, que no he llegado a averiguar quién fue. 

Con el entusiasmo en el cuerpo, porque la cerámica talaverana se distingue a distancia, comimos en Casa Juan, otro guachinche en el que ya habíamos estado y donde, amablemente, nos enfriaron una botella de buen vino blanco que Benito había comprado para beberla luego, durante la comida. El lugar, donde tomamos el mojo verde y rojo con papas, no defraudó tampoco en esta ocasión. Pero preferimos el café fuera y caminamos a lo largo del paseo marítimo.

Paquito, esperando el tranvía que une
Santa Cruz y La Laguna

Cruzamos al otro lado de la carretera y preguntamos en un local donde nos dijeron que no tenían cafetera. La recomendación del camarero fue un acierto: el bar Sioux, unos metros más abajo. Aquí pedimos unos 'barraquitos', una bebida dulce y con licor muy popular en Canarias, mientras hablaba junto a la barra con Carlos, vecino de Garachico aunque natural de Masca, 25 kilómetros tierra adentro y famosa por sus barrancos, sus vistas de infarto y sus estrechas carreteras en zigzag. Carlos me contó que el Sioux es el lugar donde probablemente encontrarás a la gente cuando no la veas por el pueblo. "Seguro que estarán aquí, en el bar", reía mientras un hombre lograba un premio de 75 euros en la máquina tragaperras y una mujer pedía un 'babyccino' para su hija pequeña. "Es leche con unas gotas de café. Se lo dan en Inglaterra a los niños", soltaba ante mi sorpresa.

El Liceo de Taoro, en La Orotava

Me hubiera quedado más tiempo en el Sioux, donde nos cobraron sólo seis euros por un campano de café con leche y cuatro 'barraquitos', preparados por Luis, el risueño dueño del bar y seguidor del Atlético de Madrid. Pensé que el precio podía deberse a una equivocación en una zona turística tan maravillosa, pero nada más lejos de la realidad. Una mujer pidió delante de mí un tercio de cerveza en botella y el bueno de Luis le cobró 1,3 euros. "Regalado", pensé.

Antes de salir de Garachico, envié una fotografía a mi sobrina Paola, que se iba de viaje de estudios al Caribe al día siguiente. Era una preciosa estampa con varias palmeras y el mar al fondo que ya había fotografiado mi vecina Mari Paz, una mujer que suma casi un millón de visualizaciones con las instantáneas que cuelga en internet.

Garachico

Camino del coche, pasamos por debajo de una ventana de madera, en un primer piso, desde donde un peluche asomaba como vigilando el paisaje. Pero no era el único. Unos metros más adelante, en una puerta entreabierta, otro perro de peluche hacía las veces de guardián.

En nuestro vehículo blanco continuamos la ruta sin un rumbo fijo. No llegamos muy lejos, apenas un puñado de kilómetros. Al entrar en Buenavista del Norte, un pueblo conocido por la cría de bueyes, una mujer y un hombre ataviados con una vestimenta regional cruzaron un paso de peatones. Nos detuvimos y llamé la atención al varón, ya entrado en años y con un sombrero adornado. Me contó que regresaban de una romería que ya estaba terminando y que estaba dedicada a san Antón Abad, patrón de los animales.

Romería de san Antonio Abad
en Buenavista del Norte

Aparcamos el coche un poco más allá y fuimos a mirar. Cuando nos aproximábamos a la iglesia, vimos fachadas y balcones engalanados con motivo de la celebración, y nos cruzamos con dos parejas de bueyes, con una altura que asustaba y que volvían de la fiesta.

Pasito a pasito alcanzamos el punto neurálgico de la romería, donde pudimos disfrutar de alguna pieza de folclore regional cantada y saludar a la dueña de pitu, un hurón que había sido bendecido por un sacerdote con motivo de san Antón. También pude mover unos minutos el esqueleto en la verbena con la orquesta Malibú Band, que actuaba con mucha marcha desde un templete.

Santa Cruz

La jornada intensa finalizó con una cena ligera en la cafetería Amos Boulevard, junto a nuestro hotel, que abandonamos a la mañana siguiente después de que se repitiera el ritual: el cántico mañanero de un pájaro oculto entre unas palmeras, un desayuno potente y un vistazo al Teide, con pinceladas de nieve a lo lejos.

Con fuerza, regresamos a La Laguna en coche con Benito y Mari Paz para utilizar su tranvía, que te comunica con Santa Cruz de Tenerife, la capital, en una media hora. Recorrimos algunas de sus calles y volvimos a La Laguna, donde nos encontramos con 'El bodegón de Argelio' cerrado. La información en Google indicaba que estaba abierto y el cartel que tiene en una ventana del local también informaba de que ese día abría. Sin embargo, nuestro gozo en un pozo; había que buscar una alternativa. Nada mejor que preguntar a un taxista, que nos sugirió 'El grill de Molina', entre otros. La comida estuvo muy bien, con unos secretos de cerdo espectaculares, aunque el servicio lento. Además, después de haber estado en el guachinche de Argelio, las comparaciones pueden ser odiosas..., parafraseando el dicho popular.

Bar Sioux en Garachico

Con tiempo, Benito y Mari Paz nos dejaron en el aeropuerto después de 50 intensas horas en la isla. Justo antes de despegar, charlé por teléfono con el invitado del próximo programa en la televisión pública de Castilla-La Mancha para hablar de la medicina forense en 'Estando contigo'. Y eché un último vistazo para comprobar si mi compañera Cruz Morcillo me había escrito contándome alguna gestión fructífera sobre un tema de narcotráfico que yo tenía entre manos desde hacía días. Nada de nada.  

Con el teléfono en modo avión, pensé en echar un sueño durante el vuelo de regreso a Madrid. Pero la casualidad quiso que se sentara junto a nosotros José Luis, un tipo parlanchín como yo, que nos contó que era bombero, que estaba a punto de jubilarse y que en sus ratos libres era representante de Compositum Biotecnología Coméstica (busca en internet si quieres saber más). La siesta se esfumó porque hablamos las tres horas que duró el vuelo. Entonces me acordé de un policía nacional que unos días antes me había preguntado si iba a escribir en mi bitácora un texto sobre este viaje a Tenerife. "Si conozco a gente interesante, sí", le advertí. Espero no haberlo defraudado.


Fotografías de un viaje


Romería en Buenavista del Norte

Romería en Buenavista del Norte

Romería en Buenavista del Norte

Baños públicos en Garachico



El Puerto de la Cruz. A la izquierda, una piña
de plátanos en el paseo marítimo


El Puerto de la Cruz


Mesa del Mar



Restaurante Dios los cría y el viento
los amontona, en La Orotava




Romería en Buenavista del Norte

Churros en el Liceo de Taoro, en La Orotova

La Orotava

La Laguna

La Laguna

La Laguna

Un mar de nubes desde el avión

Esperando que bajen los precios




La Laguna



El Liceo de Taoro, en La Orotava

Garachico

Garachico

Casa Juan, en Garachico

La Laguna

Iglesia de Buenavista del Norte


Fachada adornada en Buenavista del Norte




















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