Cipriano, que estás en los cielos

Aviso en el tanatorio de Toledo, donde
se celebró la misa antes de su entierro
El cementerio de Toledo ya tiene un santo sin peana. Desde este 12 de abril de 2023, miércoles. Se llama Cipriano González Sánchez, que descansa con su bata blanca sobre el ataúd. "¡Échasela, échasela!", animaba una mujer al hombre que tenía la prenda entre sus manos; la misma bata que acompañó al 'amigo de los pobres' durante una singladura de entrega hacia los demás, hacia los más necesitados.

Este ser humano deja huérfano a su pequeño gran ejército en la ONG Socorro de los Pobres, que este cristiano y creyente, como dijo el sacerdote en la misa de cuerpo presente, puso en marcha hace un porrón de años. Y deja también huérfanas a miles de personas que han comido y se han abrigado gracias a él y al esfuerzo de sus colaboradores, todos voluntarios.

Uno de ellos se secaba las lágrimas mientras los sepultureros descendían el féretro hacia el fondo de la tumba. Con el pelo como el de los querubines, vestía bata blanca con un lanzo negro en señal de duelo por la muerte de su guía. "¡Échasela, échasela!", se dirigía la mujer al hombre que sostenía la bata de Cipriano, nacido en Menasalbas en 1936, mientras los operarios hacían la masa de cemento y arena a unos metros para ir colocando los rasillones en el túmulo.    

Recuerdo a este hombre caritativo, que pasó hambre de niño, llamando por teléfono a la redacción para informar del próximo reparto y de piropearte entre lágrimas después de que le dijeses que intentaríamos estar. Era su forma de dar las gracias por escucharlo. Siempre de corazón, una palabra que Cipriano usaba en su retahíla de requiebros. 

Con su muerte, me aflora un recuerdo como si fuera ayer. La mañana del 22 de diciembre de 2021, miércoles, se me ocurrió acercarme a la sede de su organización no gubernamental, ahora cerrada por obras, para ver una de las aristas del día de la lotería de Navidad. Habría cerca de trescientas personas esperando su lote, el doble de la gente que estuvo en su misa y entierro a una hora poco popular, las tres de la tarde.

"Ojalá la lotería les toque a ellos", deseaba el bondadoso de Cipriano a la misma hora del sorteo mientras miraba la fila de personas que esperaban pacientemente su turno. "¡Esto no es nada!", soltaba ante la exclamación de asombro del periodista. '¡Ha habido miércoles que hemos dado comida a 6.000 personas!", añadía este filántropo, que veraneaba en Benidorm, la 'Nueva York del Mediterráneo', que visité por última vez hace más de veinte años. "Era su sitio favorito", recordaba su amigo Epi, quien pasaba con Cipriano y sus respectivas esposas unos días siempre en el mismo hotel, Poseidón Playa.  

Por azar o no, este hombre bueno ha sido enterrado un miércoles, día de reparto en el número 1 de la calle Salto del Caballo, la sede provisional mientras continúan las obras en la oficial, situada en la Bajada de San Martín, 6, con vistas al río Tajo. Muchos podrán comer los próximos días gracias a los voluntarios del 'Socorro de los Pobres', que no han suspendido el reparto a pesar del dolor por la muerte de su maestro, Cipriano, un amigo de los pobres, un santo sin peana.


  

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