El legado del 'bruxo de Arteixo' para Noa y Antía

Pantalla gigante homenajeando a Arsenio Iglesias
Quiso la casualidad que viajáramos a La Coruña el día de la muerte de Arsenio Iglesias, 'el Brujo' o 'el Raposo' (zorro) de Arteixo, a once kilómetros de la ciudad gallega. Esto explicaría que en nuestro avión también viajara, en la clase Business, el exfutbolista Emilio Butragueño vestido con un traje negro.

No tuve la ocasión de preguntarle por qué iba a la preciosa capital de la provincia, porque salió mucho antes que nosotros. Pero seguro que el motivo sería ir a expresar sus condolencias, como representante del Real Madrid de fútbol, por la muerte del bueno de Arsenio, un hombre al que me maravillaba escucharlo. Aunque no soy futbolero, este señor me envolvía en un remanso de paz cuando hablaba, como si estuvieras viendo las olas romper en el hermoso paseo marítimo.

Un seguidor del 'Depor' camino de 'Riazor'

Al día siguiente, por la mañana, fui testigo del cariño de la afición del Deportivo de La Coruña por un entrenador que llevó al equipo a lo más alto del deporte de la pelota. Caminando hacia el estadio Riazor, paralelos a las dos playas del paseo marítimo, fueron cientos las personas, desde niños a abuelos, que nos adelantaron a pie ataviados con bufandas y camisetas. Iban al campo para presentar sus respetos en la capilla ardiente de un hombre que se definió como un tipo solitario, porque el fútbol no es todo color de rosas cuando tienes que dejar a la familia para trabajar como entrenador. Se lo escuché por la mañana en una grabación que recuperaron en 'No es un día cualquiera', de RNE y del que soy un fiel escuchante.

Banderas a media asta

Entre esos miles de seguidores que pasaron por 'Riazor', estuvieron Antía y Noa. Son dos chavalas de 16 años a las que conocimos a pocos metros del estadio. Noa vestía la camiseta de la segunda equipación del equipo, de color verde, porque la bella albiceleste se la había dejado a su amiga.

Habían estado despidiéndose de Arsenio, aunque ellas no habían nacido en la época dorada del 'Depor', ahora en Primera Federación. Después iban a ir al campo, donde el equipo jugaría un encuentro de liga frente al Alcorcón por la tarde. "Será mi primer partido", reconocía Antía mientras Noa se ataba una zapatilla y respondía con gracia que ella es una fiel aficionada. "Todos los jugadores me conocen", dijo orgullosa.

Las banderas estuvieron a media asta como homenaje a Arsenio, según me contó el bombero Queijás, hasta que el cadáver salió del campo camino del cementerio de su Artexio natal, donde fue enterrado un día fresco y tormentoso.

Avenida de La Marina
Poco después, un compañero de Queijás se encargaba de izar de nuevo con un camión con autoescala las banderas de España y de Galicia en los mástiles entre las playas de Riazor y Orzán. A pocos metros, otro homenaje perenne: una inscripción y un ramos de flores recuerdan a personas que dieron su vida por salvar a otras, como el caso de tres policías nacionales: Javier López López, Rodrigo Maseda Lozano y José Antonio Villamor Vázquez murieron al intentar rescatar a Tomás Velicky el 27 de enero de 2012.

Antes de regresar sobre nuestros pasos al Obelisco, un monumento con reloj de 1895 y punto de encuentro, una mujer enfundada en otra camiseta albiceleste del 'Depor' nos explicó por qué la playa de Riazor tiene una enorme duna a lo largo del paseo marítimo: "Para evitar que el agua llegue a la carretera en la época de lluvias, con lo que estarán a punto de aplanarla para quitarla". Imaginé entonces cómo el mar azotará en invierno este maravilloso espacio de un kilómetro y medio de longitud para que tomen una medida así de contundente.

Fotografía para Christian Löpez
Tardamos poco en llegar a uno de nuestros objetivos en este viaje exprés de menos de 48 horas: la comida en el hotel Atlántico, precisamente en la plaza del Obelisco. El edificio es muy feo por fuera, no apetece entrar. Sin embargo, por dentro la cosa cambia completamente y el restaurante es algo que debes visitar si estás en La Coruña los fines de semanas y festivos. Son los únicos días que abre al público y ofrece un menú bufé por 18 euros, bebida y café incluidos, que es sencillamente impresionante.

Xoan, el capo de este restaurante, agradeció que le alabara la relación calidad-precio. "Los turistas son quienes lo aprecian", me dijo con una sonrisa. Muy parecida a la que le había brotado cuando le oí cómo contaba a un comensal una anécdota con un grupo de clientes de Tomelloso, en Ciudad Real. Les tuvo que llamar la atención porque comenzaron a echar en las suyas agua de las botellas del desayuno para llevárselas llenas. "¡Es que me iban a dejar sin agua!", concluyó carcajeándose.

Plaza del Humor
Se lo decía al mismo cliente que luego pidió una fotografía a la actriz Silvia Abril, que comía a menos de dos metros de él pero que no se dio cuenta de quién era antes que la humorista se levantó para marcharse. "Bajito, bajito, por favor", pidió Silvia al caballero, aunque Marcela, mi mujer, ya se había dado cuenta de que 'la Abril' estaba sentada y comiendo en el mismo salón. La cómica iba a actuar por la tarde, en dos funciones, en el Teatro Colón, situado en la misma plaza y donde también se enfundó una camiseta albiceleste del 'Dépor'. Compartió escenario con Eva Soriano, Ana Morgade y el gran Leo Harlem.

Marcela, ¿qué soñará mirando al mar?

Silvia Abril y compañía comenzarían la segunda función a la misma hora que la final de la Copa del Rey de fútbol, y esto se notó en 'La cervecería', donde funcionó la primera fábrica de cerveza de la marca Estrella Galicia. Estaba a tope, no pudimos repetir la cena de la noche anterior y lo lamenté. Porque en este establecimiento su cerveza de bodega me tiene enamorado. Recién elaborada, fresca, sin pasteurizar y fría, cada trago me sabe a gloria. Aunque, antes de irme, pude hacer una fotografía a otra gloria proyectada en la pantalla gigante de este bello local: Arsenio Iglesias.

Plaza de María Pita
Volvimos temprano al hotel Exe, un cuatro estrellas a 400 metros de 'La cervecería' y junto al Corte Inglés y la estación de autobuses. El precio que pagamos por dos noches, reservadas a través de su página en internet, no pudo ser más económico: 112 euros, con desayuno incluido, del que destaco su zumo de naranja exprimido, con su pulpa y todo.

Camino del hotel, pasamos por una calle dedicada al fiscal gallego José Gómez Naveira, nacido en 1906 y que aprobó las oposiciones con sólo 22 años, aunque no ejerció hasta cumplir la edad reglamentaria: 25. Me acordé entonces de los que conozco y escribí en mi estado de WhatsApp, acompañando una fotografía, que era la primera vez que veía una calle o plaza recordando a un representante del Ministerio Público. Mi estimado José Manuel Bretones, un maestro de los sucesos, me respondió que en Málaga está la calle del fiscal Luis Portero, asesinado por ETA, y la de otro más que no recordaba su nombre. Como los buenos toreros, siempre al quite.

Antes de salir a cenar, pasamos por una farmacia. Por esas casualidades, mientras esperaba fuera, giré sobre mi propio eje y me fijé en un edificio de color rosa y cubierto con una malla de obra. "Detectives Napoleón", leí. Y escribí a uno de mis detectives de guardia, David Blanco. Por supuesto, conocía al personaje, Juan María Santos, 'Napoleón', decano de los investigadores gallego, que falleció a los 75 años el 3 de julio de 2016, según leí en 'La Voz de Galicia', un diario de referencia para mí. 

Duna en la plaza de Riazor
La segunda jornada, que se conmemoraba el Día de la Madre por ser el primer domingo de mayo, la dedicamos a volver al centro antes de coger el autobús al aeropuerto a las tres y media de la tarde. Seguimos los consejos de un coruñés de pro, mi colega Carlos Segura, periodista de 'Equipo de investigación'. Me escribió al ver en mi estado de WhatsApp que estaba en su ciudad. Entre otros, me sugirió el bar Pontejos, un clásico, y nos acercamos a probar una tapa y una cerveza. "Llevo años fuera, pero lo bueno no se olvida", tecleó en un mensaje. Sin embargo, no hubo suerte: los domingos cierra porque el personal de la hostelería también tiene que descansar.

En una espléndida y soleada mañana dominical, rodeados de personas bien abrigadas mientras un servidor iba encantado en manga corta, paseamos por los relajantes parques que nos encontramos hasta llegar al centro. Volví a contemplar la preciosa plaza de María Pita y otra aledaña que está dedicada al humor, precisamente en el Día Mundial de la Risa, además de los bellos balcones acristalados de la cautivadora avenida de La Marina. En una calle cercana, fotografié un 'playmobil' gigante y la instantánea se la envié a Christian López, el hombre con más récords Guinness, que también colecciona con su novia, Azucena, esos fabulosos juguetes de mi infancia.

Oficina cerrada de 'Napoleón'

Para evitar sorpresas a la hora de regresar al aeropuerto (1,55 euros el billete), preferimos comer en 'La cervecería'. Repetimos lo mismo del viernes por la noche: tapas de tortilla de patata, puntillas y raxo (cerdo) con patatas fritas, regadas con un par de pintas de su cerveza de bodega, por el precio total de 15 euros. Luego, un café con un pastelito debajo de un árbol como broche final para una aventura de dos días. Ya sabes: lo bueno, si breve, dos veces bueno.


P. D.: Pili, ve preparando la toalla y la sombrilla, mi niña, que en nada estamos por allí.

Próximo destino






















        


        

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